Tengo 26 años, mido 1,65cm y uso una talla 34. Hace unos años esto me parecía un sueño imposible. Yo siempre había sido una chica “llenita”, la más gorda del grupo, de la clase, de todas partes. La amiga gorda. Pensaba que si adelgazaba todos mis problemas desaparecerían como por ensalmo, que le gustaría al chico del que estaba enamorada, conseguiría un buen trabajo y me sentiría bien conmigo misma, así que me lo tomé en serio: contraté a un nutricionista, hice una dieta espartana, me apunté al gimnasio y me dediqué a beber té verde y cola de caballo como si no existiera otra cosa.

Adelgazar fue un horror. No os voy a hablar de que después de sufrir con la dieta me salieron estrías y se me quedó colgando medio kilo de piel flácida. No me pasó nada de eso. El problema, lo que nadie te cuenta, es que si no te gustas con 90 kilos tampoco te vas a gustar con 50.

Me explico: cuando llevas años de tu vida achacando la culpa de todos tus males a tu peso y al perderlo estos siguen ahí (no pasas las entrevistas de trabajo, el chico que te gusta no te hace ni caso y tu cuerpo sigue sin tener la forma del de las modelos aunque peses una ridiculez) te das cuenta de que el problema tal vez seas tú, y que no hay nada que puedas cambiar para que tu vida sea perfecta por arte de magia.

Pero además, al adelgazar te vas a encontrar con un nuevo tipo de acoso totalmente inesperado. Ya nadie te va a llamar gorda por la calle, pero los comentarios hirientes sobre tu peso van a continuar, con la novedad de que como ahora estás delgada está bien hacértelos, ya que se supone que no te van a sentar mal porque tu cuerpo está aceptado por los cánones de belleza. Tu familia y amigos van a hablar de tu pérdida de peso durante todo el proceso de esta (estás bajando muy rápido, estás bajando muy despacio, yo no noto ningún cambio, deberías quedarte ya ahí, te van a salir estrías, te estás obsesionando con el gimnasio, ve más al gimnasio o perderás masa muscular) convirtiendo tu cuerpo en algo que no te pertenece y no dejándote hacer lo que te de la gana. Pero ni se te ocurra decírselo ni enfadarte, ellos lo están haciendo por tu bien, y si insisten y son unos cansinos es porque tú eres una cabezota que no sabe lo que le conviene (aunque estés siguiendo a rajatabla las instrucciones de tu nutricionista y tu médico).

body-diversity-01-435

Una vez que hayas adelgazado vas a encontrarte con mucha gente que va a opinar sobre tu salud mental. La cantidad de gente que va a llamarte anoréxica, bulímica, vigoréxica o todo junto es inimaginable. Chicas que considerabas amigas tuyas y cómplices en la gordura van a empezar a decir que has adelgazado vomitando, o que te has quedado peor (el “estabas mejor antes” va a ser el nuevo “igual deberías hacer dieta por salud” de tu día a día) porque, por desgracia, lo que me ha enseñado esta experiencia es que muchas de tus amigas gordas van a hacer algunos de los comentarios más hirientes. Como si hundirte a ti y a tu nueva delgadez fuera la mejor forma de sentirse bien con sus cuerpos.

En fin, que si estás planteándote adelgazar, querida amiga, tengas claros los motivos por los que quieres hacerlo.  La sociedad no aprueba a las chicas gordas, pero tampoco a las delgadas. Lo único que podemos hacer es aprender a querernos a nosotras mismas tal y como somos. Ni adelgazar, ni operarse, ni hacerse un cambio de look son la solución a una autoestima baja. Si quieres adelgazar ten unas expectativas realistas y ten en cuenta que no vas a tener necesariamente un cuerpo estupendo ni a ser más atractiva por pesar menos. Todo está en nuestra cabeza.

Autor: Lola G