He trabajado durante años para una firma muy conocida dedicada a la novia. Mi cargo en la empresa no me dejaba tiempo para tratar directamente con el cliente, solo en ocasiones especiales… Recuerdo un día especialmente intenso de trabajo, estaba muy cansada y con unas terribles ganas de terminar mi jornada laboral. Estaba respondiendo a unos correos cuando miré hacia la puerta y ví a través del cristal a una chica que me miraba con una mezcla entre temor y enfado. Dudó si debía llamar al timbre y le hice un gesto afirmativo, fui hacia la puerta y la invité a pasar.
Me fijé en ella. Era una chica alta y tenía una talla grande. Me saludó y me dijo que quería  concertar una cita conmigo para que le asesorase, pero antes quería saber si tendría alguna posibilidad de vestirse de novia, porque había estado en todas las tiendas de la ciudad y ni siquiera le habían atendido, y habían argumentado que no era posible debido a su elevada talla. Alguien le había hablado de mí pero me eligió como última opción, supongo que debido al precio de «mis» vestidos. El caso es que, debido a la nefasta y cruel «atención» que le habían prestado en otros establecimientos, me tocó consolarla, darle la seguridad que le habían quitado y asegurarle que yo me encargaba de que tuviese su soñado vestido de novia. Faltó muy poco para que anulase la boda.
Me tocó la fibra… Mi empatía…
Hice todo lo que estuvo en mi mano para ayudarla. Hablé con la firma y pedí un vestido adecuado, puse a las modistas a hacer todo los arreglos que necesitaba y me ofrecí a estar disponible para lo que necesitara consultarme. No olvidaré su cara ni sus lágrimas de felicidad cuando se hizo la primera prueba de su vestido. Me abrazaba emocionada, diciéndome que fue una suerte haberme encontrado aquella tarde.
Fue muy gratificante haberla ayudado, animado y haberle devuelto la autoestima que «otras» le tiraron por el suelo. Cuando todo estuvo listo, me pareció una de las novias más espectaculares y radiantes que he visto, y he visto muchas…y, sin duda, una de las más agradecidas con mi trabajo.
¿Cuándo entenderán que un negocio no se mantiene solamente con la talla 36? Cuándo entenderán estas «estiradas»,sin criterio empresarial ni moral alguna que hacen bastante daño con su absoluta falta de profesionalidad??
Todo ser humano necesita y tiene derecho a una atención mínima, ya sea hombre, mujer, y tenga la talla que tenga.

Autor: Ana Tineo