Tan sólo tres días después de la publicación de GordiFuckingBuena, hemos recibido mensajes preciosos por parte de muchas de nuestras lectoras (mil gracias, vosotras también hacéis esto posible) pero, a modo de ying y yang, también en lo bueno tiene que haber algo malo. Y lo ha habido. Ayer por la noche, el hastagh #GordasNoPuedenSerFelices se convirtió en Trending Topic en cuestión de minutos. 

Por desgracia es algo contra lo que seguimos intentando luchar y reivindicamos desde aquí, haciendo de nuestras palabras un grito de «Hasta el culo de la  Gordofobia!» pero también de quererse a uno mismo. Porque, aunque muchos lo pongan en duda, repetimos por ni-sabemos-cuántas-veces-yaNO FOMENTAMOS ESTAR GORDAS. ¿Que lo somos? SÍ. A las cosas hay que llamarlas por su nombre, que eso nos lo enseñaron a todos desde que empezamos a ir al colegio. ¿Que entre nosotras, colaboradoras y lectoras, sumamos una gran cantidad de gordas, delgadas, bajas, altas, morenas, pelirrojas, rubias, etc, etc, etc? SÍ. ¿Que, además de hablar de muchos temas (sexo, amor, moda, maquillaje, cultura…) potenciamos el cuidarnos? SÍ. Y, lo más importante de todo: ¿Somos felices? SÍ. O, al menos, lo intentamos. Como todo mortal, vaya. Y si, de paso, hacemos un poquito más felices a todas aquellas personas que se pasan a ojear lo que escribimos, mejor que mejor. Y, hasta aquí, el discurso «políticamente correcto».

Sabéis que no nos callamos y, en esta ocasión, no iba a ser el momento. Así que decidme, ¿quién, en su sano juicio, viene a tocarnos los ovarios a las gordas de todos los rincones con esa frasecita  de marras? Sí, vosotros, ¿creéis que tenéis la verdad absoluta y nos conocéis a todas como para sentenciar diciendo que «no podemos»? ¿No podemos ser felices, por qué? De verdad, estoy deseando conocer vuestros grandiosos motivos, porque así iríais a la par con el tamaño de nuestros traseros. Anotadlo.

Se me ocurre que creáis, así por ciencia infusa, que no podemos ser felices porque no nos vemos los pies debido al tamaño de nuestras barrigas. No os preocupéis, de verdad, sabemos que seguimos caminando. Muchas veces, no hace falta ver para creer. O quizás sea porque, como zampamos cual cerdas, estamos mejor encerradas en nuestras habitaciones con la simple compañía del móvil, el portátil y cajas de comida basura. Y, como no nos relacionamos, no podemos ser felices. Claro, va a ser eso, ¿cómo no se me había ocurrido antes? La idea de socializar. O no, esperad, si el dinero no da la felicidad como dicen… ¿qué lo da, el amor? Ajá… Por eso nosotras, las gordas, no podemos ser felices. Porque nunca vamos a tener a ningún chico o chica a nuestro lado que nos quiera ni nos diga lo maravillosas que somos. Y ya ni hablemos del sexo.  Nosotras las gordas no follamos. Y, por lo tanto, no podemos ser felices. Totalmente prohibido. Por eso, las gordas somos muy tristes, unas personas con las que no te gustaría cruzarte ni en la sección de bollería y dulces del supermercado de tu barrio. Y fíjate que esa es la única razón por la que se me ocurre que podríamos ser felices: encerradas en el pasillo del establecimiento entre chocolatinas. Pero no, ya os hemos dicho que nosotras, LAS GORDAS, no somos felices. No tenemos motivaciones, ni sueños, tampoco amigos con los que compartir nuestras experiencias en la vida porque, al no poder ser felices, no tenemos vida.

Así que, queridos haters, GRACIAS. Hacéis que todo cobre sentido. No os podéis imaginar la cantidad de niñas que, al leer ese tremendo hastagh, pensarán que no pueden ser felices y que, la única manera de serlo es no engordando. Gracias por fomentar el odio hacia uno mismo y, probablemente, desórdenes alimenticios más adelante.  Gracias también por intentar hacernos entender que, si nos cabreamos por esto, es porque no somos felices. De verdad, a partir de ahora, no se nos ocurrirá esbozar ni una ligera sonrisa, no vaya a ser que os confundamos y creáis que nos hemos comido a nosotras mismas tres veces y nuestro yo no-gordo y  feliz, haga fuerza estirando las comisuras de nuestros labios. Y no para comer, claro. Que la comida no hace feliz. Para nada. No existe ningún tipo de placer en comerte un manjar exquisito, sólo el hecho de abrir nuestra bocaza. O quizás sea la vuestra. Porque desde anoche nos quedó claro que infeliz = gorda. Así que, como hemos entrado en una megadepresión de la que dudo que salgamos jamás, vamos a hacer lo único que sabemos hacer: zampar.

Nos vamos a zampar todos vuestros insultos, vuestros prejuicios, vuestros intentos de hacernos daño, vuestros juicios de valor basados en sólo una imagen. Nos relamemos de gusto por vuestra valentía tras un ordenador, por vuestra crueldad al generalizar, por la ferocidad de vuestras críticas (tan constructivas siempre, sois un amor), por creeros simplemente mejores. Permitidme un pequeño consejo: nadie puede ser feliz si está tan sumamente pendiente de la gente en vez de mirarse el  ombligo, ni decidir en qué se basa la felicidad de los demás. Para todo lo demás, vaselina y punto en boca(zas).