He de confesaros una cosa, sí yo soy esa, la amiga que no bebe. A partir de aquí se desata el drama y las que se convierten en Drama Queen son mis amigas y mis nuevos conocidos. Que si sales a tomarte el aperitivo y una cañita: – No, a mí no me gusta la cerveza – y así… ¡Se armó la gorda! Empezamos con el típico debate de: ¿Cómo puede ser que no te guste la cerveza? ¿La has probado alguna vez? ¿Y entonces qué bebes? Con lo buena que está una cervecita bien fresquita –  y la que más me han dicho en los últimos años – ¿Has intentado que te guste?- Y a mí los ojos ya me dan la vuelta por detrás de la cuenca pareciendo Marujita Díaz. Sí, señores:

  • La he probado, repetidas veces.
  • Estoy segura de que no me gusta, tan segura como Risto Mejide cuando dice: – Mi voto es un no.
  • Si, he intentado que me guste, y creo que no me llegará a gustar jamás. Me gusta tan poco como madrugar los lunes y trabajar 6 días a la semana.

Y así infinitamente podrían seguir incentivándote a que te tomes esa rubia que a ti no te entra por el ojo mientras se te va la vista a la Coca-Cola Zero bien fresquita de la mesa de al lado.

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La odisea no acaba aquí. Recapitulo a los momentos de comida de empresa en las que eres la única que sales con dignidad y sin nada de lo que arrepentirte al día siguiente, sin corbata en la cabeza y con el gorro de navidad aún bien puesto. En estas, tú contemplas el panorama contenta y eres feliz de no tener el flujo sanguíneo de ninguno de ellos, además de saber que al día siguiente como mucho te levantarás con dolor de pies.

Y ahora sí, suenan las alarmas, avisen a la policía que esta chica comete delito. No beber de fiesta. Al principio de la noche todo va bien, tus amigas aún son dueñas de sus cuerpos y sus mentes, y las conversaciones aún son sólidas y coherentes. Dos horas después el señor desfase ha llegado; la amiga borracha amorosa viene y te dice cuanto te quiere mientras se deja de caer en ti modo desmayo; la amiga llorona empieza a acordarse de su ex de la ESO, y ahí estás tú para consolarla con el hombro lleno de mocos mientras metes hasta la cabeza en el bolso buscando el ansiado paquete de clínex porque ese antro está más oscuro que unas ingles en invierno; tu amiga la que se pierde a  las 2:00 am, esa que es más difícil de encontrar que un horrocrux en la cámara de los menesteres; la que cumple años ya se ha hecho amiga de media discoteca y de parte del personal; y la que queda contigo, ya ha perdido toda dignidad con la media rota mientras le sujeto el pelo para que no se vomite el tacón que le queda puesto, Cenicienta debería de haberse recogido a las 12.

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A la mañana siguiente todo son risas y recuerdos maravillosos de la última noche, te ríes con ellas y les cuentas TODOS los detalles que han ido olvidando entre el primer chupito de tequila y el quinto de jagger. Yo me levanto sin resaca y con mil historias que contarles, soy un pilar fundamental de la fiesta y aunque penséis que me aburro no me da tiempo, porque entre bailar y recibir amor incondicional de mis borrachinas tengo felicidad y planazo para rato.

Sí, soy la amiga sobria. Y ME ENCANTA.

Alicia Segovia