Tengo 25 años y acné de adolescente. Los dientes torcidos y algo más amarillentos de lo que me gustaría. Mi nariz hace una forma rara al final y mi barbilla sale espantosa en las fotos. Tengo un lunar enorme en el lado derecho de la cara que parece una verruga. La cadera exageradamente ancha cuando la comparamos con el tamaño de mi pecho. Mis piernas están torcidas y las rodillas se me juntan cuando no estoy atenta para corregir mi postura. He tenido complejos hasta por cosas que no se ven.

¿Y sabéis qué? Soy preciosa.

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Durante años y años, me he mirado en el espejo y me he visto fea. Tenía la sensación de que todos estos defectos eran demasiado importantes para  poder arreglarlos. De que yo nunca sería una de esas chicas de pelo brillante, piernas kilométricas, sonrisa profident y piel tersa que veía en películas, revistas y pasarelas. De que mi liga era otra: la de las bajitas culonas con la piel excesivamente grasa y que me quedaría en ella para siempre.

Sin embargo, de un tiempo a esta parte me levanto por las mañanas,  y tras ducharme-vestirme-maquillarme-peinarme, todo muy corriendo y mientras engullo galletas a la vez que canto Taylor Swift y hago que mis pestañas parezcan postizas, me miro en el espejo y veo a la mujer que quiero ver.

Me veo preciosa.

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No tengo unas piernas kilométricas, pero es fácil que lo parezcan con unos tacones y ropa que se adapte a tus formas. El maquillaje efecto mate hace milagros, y dar con el corte de pelo que más favorece tus rasgos también. He aprendido que estoy jodidamente guapa cuando sonrío, cuando dejo de lado los complejos. He aprendido que nada me hace más guapa que quererme, aceptarme y reírme de mi misma cuando hace falta. He aprendido que además de todos mis defectos tengo un montón de cosas que me hacen única, especial y por qué no, preciosa.

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Sigo siendo, en esencia, la misma que hace unos años. Estoy muy lejos de ser perfecta, y no me importa. Me encanta como soy, me encanta la mujer en la que me he convertido, me encantan todos mis defectos. Trato, por supuesto, de mejorar día a día, de ponerme retos, de superarme, de cambiar lo que no me gusta, de aceptar lo que no puedo cambiar. Trato de quererme, entendiendo por quererme aceptar la persona que soy a la vez que trato, poquito a poquito, de convertirme quien quiero ser.

Sentirte preciosa tiene, para mí, mucho de ser feliz. Estar guapa, tiene mucho de quererte, de mimarte, de estar contenta contigo misma  y muy poco de opiniones de mierda, de palabras hirientes, de pensamientos tóxicos.  Estar preciosa para los demás empieza  por estar preciosa para ti misma, y una vez que lo estás para ti misma… qué más da lo que piensen los demás.

Sed felices, reíd como si no hubiese mañana, mimaos muchi, y recordad: todas somos preciosas. Solo tenemos que atrevernos a vernos así.