Soy extrovertida, habladora, no tengo ningún problema en convertirme en la amenizadora del grupo y soy la persona a la que puedes llevar a cualquier evento, que ya encontrará con quién hablar o bailar mientras estás atendiendo a otras personas. Lo que parece lo deseable socialmente es en realidad una maldición. Vale, puede que no una maldición, pero sí nos acogemos a la sabiduría del tío Ben,  un gran poder que conlleva una gran responsabilidad, pero a mí éste se me está haciendo grande.

A lo largo de los años, como le suele pasar a todo el mundo, nos damos de bruces contra ese suelo metafórico que tenemos integrado en nuestro ser cuando una persona nos sale rana; es inevitable, es parte del juego de vivir en comunidad y de ampliar tu círculo más allá de tu familia, pero en el caso de las personas sociables el número de ranas es bastante elevado… ¿no? ¿solo me pasa a mí? ¡Veis cómo se me hace grande!

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Dentro de la categoría rana entran un sinfín de prototipos de persona:

  • Colega de trabajo o estudios que resulta ser una persona encantadora, con la que te quedas después de la hora a hablar sobre temas que os apasionan y llegas a casa pensando “¡somos iguales! Ya tengo una nueva persona del alma”. A la que invitas a tomar unas cañas con tus amigas y amigos y animas cuando ves un poco alicaída, hasta que un día llega y te das cuenta que te pisotea un poco para quedar bien, ya sea con el resto de colegas o con quien esté al mando.
  • El rollete que iba a ser solo un lío informal, el cual te hace la envolvente y te sorprendes a ti misma escribiéndole en plena noche preguntando dónde está para iros juntos a casa y que tras un par de noches geniales deja de responder al whatsapp cuando había sido esa persona la que te buscaba 24 horas antes.
  • La relación que iba a ser y no fue. Y no por cosas que pasan en la vida, seamos claros, como decían Cómplices Nada es para siempre y no sabes hasta donde llega vuestro camino, pero que se joda el trayecto antes de arrancar cuando tú ya estás subida en el coche, pues oye, mosquea un poquito.
  • La amistad sincera y sólida que se tambalea cuando estás en una época floja y no eres lo divertida y dinámica que solías ser cuando te conoció (siento que las pilas se me agoten).

Y estos son sólo unos pocos ejemplos, tal vez los más recientes, tal vez los más recurrentes, seguro que se os ocurren muchos otros.

Hablemos de soluciones. Cada vez que te percatas de esta metamorfosis “ranil” empiezas a cuestionarte, y en ocasiones llegas a la conclusión de que el problema es tuyo, que te expones muy rápidamente; si es que ya lo decía mi profesor de biología del instituto “lo das todo, vas con el corazón en la mano, y eso hace que estés arriba y abajo en tu estado de ánimo” (maldito genio). Entonces optas por cambiar, por ser más discreta, más comedida, pero la decisión te dura hasta que lo hablas con alguna amiga la cual, tras exponerle tu plan magistral, pensado y recapacitado hasta la última coma te lo desmonta con una frase lapidaria a la par que directa del estilo “tía, ¿qué dices? Tú sin ser extrovertida, no eres tú” o un par de cervezas (sabemos que el alcohol desinhibe, pues cuando vas con careta de inhibida no te digo nada), lo que llegue antes (pensad en las consecuencias de si estas dos situaciones se dan simultáneamente: acabas haciéndote amiga de todo el garito).

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Entonces te toca reformular la solución y optas por otro remedio, uno en el que diriges la responsabilidad del fracaso de esa relación interpersonal a la otra persona, que si bien no es muy sano psicológicamente, es lo que se ha hecho toda la vida, porque aquí nadie ha suspendido un examen, han sido los docentes los que lo han hecho, ¿o no? Entonces llegas a la maravillosa determinación de que la gente debería ir por ahí con sus credenciales, su currículo, su prospecto; cualquier tipo de documento en el que advierta de su procedencia (su última relación de pareja se acabó hace dos semanas, y la anterior hace diez), de su desempeño en relaciones de ese tipo anteriores (siempre dispuesta a salir, pero nunca para pasar la resaca), sus contraindicaciones (no le dejes tus trabajos o apuntes a no ser que lleven marca de agua con tu nombre) y la recomendación temporal para su uso (no más de tres semanas y nunca dos noches seguidas).

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¿No sería la vida mucho más fácil? Habrá gente que diga que así se pierde la magia, la incertidumbre, la sorpresa,  pero que exista un prospecto no significa que tengas que leerlo, o al menos no del todo (población farmacéutica del mundo, no siempre leemos lo que escribís). Voy a empezar a escribir el mío, creo que empezaré con “empedernida afición por conocer gente y simpatizar con ella sin medir las posibles consecuencias negativas”, ¿qué queréis? este súper poder con esta irresponsabilidad me han conseguido a gente estupenda, y las ranas, bueno, siempre acaban dando buenas anécdotas.

Autor: Andrea NomeKahlo.