Si te pagan por trabajar es porque no debe de ser bueno para la salud. Y me diréis: “¡Ay no, no! Yo adoro mi trabajo.” Sí claro, yo también. Pero preferiría pasarme el día haciendo yoga y manualidades, en lugar de levantarme a las 6:30 de la mañana. Pasear con mis perros sin límite y hacer smoothies y mermelada casera con los frutos y verduras que planté llevando puesto mi sombrero de paja.

Si eres feliz trabajando 14 horas al día bajo presión, fines de semana y resolviendo los problemas de los demás este no es tu post. Pero si sientes que no estás en el lugar laboral en el que deberías e ir al curro se te hace un mundo, te quiero ayudar.

Durante un tiempo, el trabajo me generaba muchísima ansiedad. Entré en un círculo de indecisión, de miedo, de no entender bien lo que se esperaba de mí que me hizo convertirme en una profesional asustada y fallona que, la verdad, no querría tener en mi empresa. Pero una fría tarde de invierno me llegó un regalo en forma de finiquito y ¡zas! Estaba en la calle un 21 de diciembre (que hay que ser cabrón para despedir a alguien el día que empiezan las vacaciones de Navidad) de 2012, en plena crisis.

Lloré un poquito con mi madre, reflexioné, fui a terapia, trabajé en mí misma y me reinventé. Estas son las 9 lecciones más importantes que aprendido y que me han servido para llegar hasta donde estoy y que espero que os sirvan de verdad:

  1. El fin del mundo no va a llegar, y si llega puede que sea lo mejor que te pase en la vida. No vivas con miedo a perder tu puesto de trabajo, porque la clave está en saber reinventarte si eso llega a suceder, y seguro que serás capaz.
  2. Si no te gusta lo que haces y te sientes atrapado/a, focalízate en qué deberías cambiar. Pregúntate: ¿Qué es lo que no me gusta de este trabajo? ¿A qué me gustaría dedicarme? Y esfuérzate en dedicar parte de tu tiempo libre en ir mutando. Sé que parece simplista, pero a mi me funcionó. Fija un objetivo, planifica y ponte a la acción. Con respecto al tiempo, hoy en día hay miles de opciones online, fin de semana, etc. Si quieres, puedes.
  3. El curro es curro. Ni más ni menos. Claro que pasamos más tiempo allí que en cualquier otro sitio (despiertos) y que nos afecta, pero en algún punto hay que poner el límite. El tiempo de descanso mental es imprescindible y las vacaciones también, por cierto. Si pasas todo el día dándole vueltas lo mismo, si con tu familia el único tema de conversación es lo mal que estás, si los domingos tu pareja te ve lloriqueando por las esquinas; tu vida personal se va a ver resentida. Durante una semana prueba lo siguiente:

    Vete, hazlo bien y vuelve a casa. No le des más vueltas al tema.

  4. No te calientes los cascos. Tu compañera está como tú y os pasáis la hora del café quejándoos de vuestro jefe, proveedores, clientes etc. La situación no va a mejorar. Una cosa es desahogarse en un momento concreto (que a todos nos hace falta), y otra cosa es el “monotema”. El próximo día pregúntale por su marido, hijo, perro, gato o por su conejo. E intenta desviar el tema del trabajo cuando salga.
  5. Las urgencias de los demás. Hay que presentar un proyecto el lunes a las 8:00 de la mañana. Son las 6:00 de la tarde de un viernes. Estas esperando a que tu superior acabe para maquetarlo. ¿Qué crees que va a pasar? Que te vas a pasar el fin de semana cambiando de Times New Roman a Arial. Y vas a requete-odiar tu trabajo una vez más con todas tus fuerzas. Desde el amor y el cariño, con toda la diplomacia del mundo, transmítele la necesidad de que sea la puta última vez que te hace trabajar un fin de semana, porque tú lo que quieres es ver en bucle “Las chicas Gilmore” y luego si eso salir de fiesta y tajarte mil (y morrearte con un maromo que no conozcas de nada) en lugar de resolver su mierda de falta de planificación. Dile con ternura que esta vez vale, pero que vas a necesitar al menos que te lo entregue con un día de antelación para que todo salga bien, porque “la calidad del trabajo se ve resentida si no hay tiempo suficiente”. Si tú no eres firme con tus horarios y respetas tu tiempo libre, nadie lo va a hacer.
  6. Confía en tu criterio, siempre, no en el de los demás. Sienta las bases de lo que tú consideras que debe ser tu trabajo y cómo debes ejecutarlo. En base a eso, hazlo lo mejor que puedas y no te compares. Que a tu compañero de al lado le guste estar calentando la silla hasta las 8:00 de la tarde para que le vean no significa que sea lo adecuado. A lo mejor es que es poco productivo y está supliendo sus propias deficiencias. Demuéstrales que, haciéndolo como tú lo haces, las cosas funcionan mejor. Segura de ti misma.
  7. Be brave, even if you are not, pretend to be. En los trabajos, como en Instagram hay mucho postureo. La gente hace como que sabe hacer cosas que en realidad no sabe hacer, o que no ha hecho nunca. ¿Por qué no tú? El mundo es de los valientes.
  8. Pon en valor lo que haces bien. No seas tímida. Si las cosas salen bien gracias a ti y los demás no lo saben, no lo pueden valorar. Ahora bien, con sutileza y humildad, deja caer que te costó mucho esfuerzo hacer esto o lo otro. Y si era un trabajo en equipo, reconoce la labor de tus compañeros. Algún día se acordarán de que lo mencionaste y te vendrá la “vueltita buena”.
  9. Nunca, nunca se va a quedar todo hecho. Es importante diferenciar las emergencias de las cuestiones prioritarias y manejar bien los plazos. Saber lo que puedes posponer y lo que debe hacerse ya. Anyway, vete a casa, mañana será otro día.

Ane Emile Rodríguez