Siento que el crecer me ha traído, además de algunas canas sueltas y varios aprendizajes, un filtro que parece agrandarse con el paso del tiempo.

Me refiero a un filtro muy potente que ha alejado de mi vida a muchas personas.

Al principio esto me daba tristeza, es justo decirlo, pero hoy por hoy lo siento más como un alivio, como la naturalización de aquello que se fue resquebrajando de a poco y ya no hay nada que logre sostenerlo. Creo que una se vuelve más exigente, más amiga de la soledad y sus espacios y menos amiga de quienes creía casi hermanos o hermanas por elección.

Hablo de vivir del recuerdo porque creo que eso nos pasa mucho: con las parejas, con las relaciones de amistad, con vínculos diversos.

No quiero que esto suene a filosofía barata, que ya bastante nos inunda por todos lados. Pero muchas veces vivimos del recuerdo de una amistad que supo ser y que hoy por hoy se destruiría tan fácil como una torre de naipes ante un soplido.

Y claro, cuando una piensa en todos los momentos vividos asoma una cierta nostalgia: mira las fotos y sonríe, no da crédito de cómo fueron volando las páginas en el calendario y en nuestras propias hojas de ruta.

Lo cierto es que estoy segura que si hoy conociera a aquellas personas que me acompañaron años, con las que viví tantas aventuras, lloré, me enojé y desenoje en el mismo día, compartí ropa, escuché una y mil veces la misma historia, seríamos como el agua y el aceite. Ya no tenemos nada en común. Es así. No hay tema de conversación. No hay coincidencias en la forma de entender el mundo. Ya no es mayonesa o ketchup.  Va mucho más allá.

No sé si os ocurre lo mismo pero cuesta un poco sincerarse, cortar ese lazo, más aún cuando esa otra persona solo ve lo que quiere ver. Incluso, si una piensa en cómo era hace algunos años, a veces ni se reconoce a sí misma.

Aunque no lo notemos cambiamos hasta cuando decimos que no lo hemos hecho. Avanzamos, con aciertos y desaciertos, e inevitablemente esas personas que se quedaron ancladas en otra época, no pueden caminar a nuestro lado.

Hay una frase que me gusta mucho de una canción que dice que poder decir adiós es crecer. Pues, creo que si es por esto, ya debo haber envejecido unos cuantos años. Pero ya no duele, sienta bien.

Valentina Rodríguez