De repente me di cuenta de que no necesito a ningún dios, pues tengo fe en mí misma. Y lo de la esperanza es relativo, yo soy más de aquello de “el que persevera alcanza”. Además, no es esperanza lo que necesito tampoco, sino una pizca de constancia, a tope de paciencia, inteligencia, -que se cultiva-, hasta suspicacia… Y, eso sí, ¡una fuerza de voluntad de la hostia inversa! Tengo que buscar continuamente formas de cómo conseguir aquello que quiero. A veces, incluso debo entender qué es lo que de verdad necesito o quiero  y aprender a deshacerme de esas otras necesidades y quereres superfluos. Hemos de comprender qué es lo que nos falta y luchar/trabajar/esforzarnos/cagarnos en todo lo que se menea para alcanzarlo o, por lo menos, ¡morir en el intento! Pero no en plan peli americana, sino como en la vida misma, en esa en la que unos nacen con estrella y otros nacemos estrellados. Estrellados, pero con estilo. ¡JA! Qué soy una chavala muy dura. (Léase <<chavala>> con voz de tipo duro, obvio, de esos con… ¡con palillo en la boca!… Jajajajaja).

Que sí, que sí. ¡Qué soy dura y estoy dura! Porque yo tengo la cabeza tan dura como una puta piedra y grande también, ¡como un croio!, lo que viene siendo un pedrolo. Y es de caerme, claro. Digo yo que no me habré caído en balde rebotando en 16 escalones, rodando monte abajo entre las ortigas y cual Bambi en el hielo, pero en tacones, con falda y delante de mi jefe. ¡Y no había hielo, no, ni agua tampoco! ¬¬ (Sigo preguntándome, yo también, con qué espíritu del mal o de Mordor tropecé de una forma tan acojonante, que resonó en tres pisos y vino el conserje a preguntar si se nos cayera un mueble “o algo”… Ríete, ríete. Te parecerá bonito. Ya verás cuando te aparezca el Karma ese del que me hablan a veces ¬¬).

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Y es que yo como Bambi, ¡¡nací para caerme!! Y aquí es donde puedo añadir que lo de ser terca, tozuda y testaruda sí que ayuda en la vida y no el coaching, el running, la misa de 4:00 pm o la sota de bastos y la puta madre que los parió a todos juntos. Yo nací para caerme y ¡¡PARA VOLVER A LEVANTARME, COÑO!! Porque tengo fe en mí. ¡Tengo fe en mí, me, conmigo!

Entre tanta utopía, mundos ideales, emprendedores, demagogia, libros de autoayuda y las dietas de Isabel Presley se nos ha quedado el cerebelo atrofiado y ya no digamos el estómago, de tanto hacer de tripas corazón -que por cierto nunca he entendido muy bien cómo se hace eso-. Total que ¡¡hay que ver la peli de Bambi!! Y ahí en el dibujo del cervatillo con motitas blancas, bonitísimo, te das cuenta de que la fidelidad y la lealtad a uno mismo se rompen tan fácilmente, como cae uno… Que lo habrán hecho antes que lleguéis a este punto y seguido, ¡vaya! Traición es una palabra demasiado grave para pronunciar, por ello decimos que “errar es de humanos” (o aquello de “no volverá a pasar, cariño”; “¡esto no es lo que parece!”…). Por eso ser desleal y traicionarse a uno mismo es un error que se comete muy a menudo, especialmente por culpa de las caídas. De hecho, cada uno de nosotros lo hacemos unas tres veces antes de que cante cada puto gallo del universo, para ser exactos. ¡Es normal! (Ya lo decía mi médico de cabecera, para la que todo era normal y luego era un quiste sacro ¬¬).

Así que, si te ves espatarrada a cuatro patas, mirando pa Cuenca, con el vestido a la altura de las narices, con la cacha al aire, con una rodilla “descoyunturada” y del tamaño del dedo gordo de Frodo Bolsón: Llénate de orgullo y satisfacción y cual Bambi patinador, ¡LEVÁNTATE Y ANDAAAAA! Arriba y palante como los de Alicante. ¡Hombre ya! Qué la vida son dos días, entre caída y caída. Y si te duele te frotas o te echas cremita. Y si sangra te pones una tirita (de Kitty pa que te sea más llevadero o de dinosaurios) y si algo se rompe en ti: ¡¡Loctite!!, que pega que te cagas. Te lo digo yo que un día, sin querer, me pegué dos dedos ¡¡y luego ya solo me quedaban tres!!

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IMPORTANTE: Y si no puedes levantarte sola, ni utilizando dientes, uñas y hasta ¡un paloooo! (o dos destornilladores) Pide ayuda, que no es faltar a tus principios, es ser humano, estrellado, cual Bambi.

Jessica Pintor