(Relato escrito por una de nuestras colaboradoras basado en una historia real)

 

Esta historia empezó hace unos meses cuando os conté que el americano se iba a mudar por mí sin saber que tengo pareja.

Finalmente le dije que comparto mi vida con alguien, le dije que tengo pareja.

Le expliqué que nuestra relación es abierta y que podemos y elegimos estar con más personas, pero que en la práctica del día a día, yo vivo con mi pareja y que eso no va a cambiar.

Cuando le hablé acerca de mi pareja él anuló sus planes de mudarse a España y se le enfrió un poco la cabeza y la picha.

Una parte de mí creía que cuando le contara la totalidad de la situación, él se enfadaría conmigo, me bloquearía y nunca más volvería a saber de él. Nada más lejos de la realidad. Su respuesta reflejo fue cuanto menos curiosa.

Me dijo que él estaba convencido de que mi pareja no es la persona con la que debo estar y que no hay nada que pueda decir o hacer que le haga dejar de pensar que nacimos para estar juntos.

Y no nenas, no follo tan bien.

El caso es que el americano no dejó de hablarme. Siguió intentando mantener contacto conmigo todos los días, con lo que supone una diferencia horaria de 9 horas ¡Imagínate!

Llegados a ese punto y aunque a mí me gustara mucho hablar con él y vivir esa energía tan bonita que había entre los dos, decidí distanciarme.

¿Por qué? Porque él estaba emocionalmente atado a una persona comprometida con otra persona. Aquello no tenía sentido, no era sano para él y por más que el americano me gustara, tenía que dejarle marchar.

Llevábamos unos meses teniendo muy poco contacto cuando un día de repente me manda el siguiente mensaje:

“Sé que dentro de 2 semanas vas a estar en Philadelphia y esta vez no pienso dejarte escapar”

Habían pasado 7 meses desde que nos pegamos la follada máxima en California. Y por lo que parece, en aquel momento se me ocurrió decirle, que en Octubre, iría a una feria en Philadelphia.

Yo intenté disuadirle y hacerle ver que no era una buena idea.

Vale, en los más profundo de mí ser, me moría de ganas por volver a abrazarle y darle un beso de esos que duran minutos. Pero no quería involucrarme emocionalmente con nadie y aún menos que él lo hiciera conmigo.

Pasamos aquellas dos semanas discutiendo a diario. Yo le pedía que no viniera y él me pedía que al menos, le reservara una noche para poder cenar conmigo. Fui clara e inamovible. Tanto que finalmente acabé por bloquearle.

¿Cuál fue mi sorpresa?

El primer día de feria, el chico vino al stand de mi empresa, preguntando por mí y con un ramo enorme de flores.

Cuando yo regresé al stand de mi empresa después de un par de reuniones, allí estaba él, con cara de ilusión, los brazos abiertos para darme un abrazo y proclamándose “mi futuro marido”.

Mis compañeros estaban bastante confundidos, porque claro, todos saben que tengo pareja, saben que vivo con él y nadie tiene porque saber que mi chico y yo tenemos una relación abierta.

Me lo llevé del stand y nos fuimos a tomar un café. Le cogí de las manos y entonces le solté una de las mayores mentiras que he soltado hasta ahora.

“Pensaba que quizás sentiría algo, pero no siento absolutamente nada por ti. Bueno si, lo que siento es vergüenza y asco. No entiendo cómo eres capaz de aparecer aquí después de 7 meses como si aún me importaras. Quiero y amo a otra persona, lo nuestro sólo fue sexo y seguir hablando contigo después de algo tan físico es sólo una pérdida de tiempo. Siento pena por ti porque estás haciendo el ridículo. Te estás arrastrando por un persona que jamás te va a corresponder y que no desea verte nunca más.”

Mientras yo le decía todo aquello, podía ver como a él se le inundaban los ojos de lágrimas. Cuando terminé, él me hizo jurar que no sentía nada por él y así lo hice.

Entonces el americano se secó las lágrimas, y me abandonó en aquella mesa con el espectacular ramo de flores que había traído.

Tuve que mentir y engañar para que él pudiera ser feliz y pasar página.

Me hubiera encantado poder abrazarle de nuevo, perder mi mano entre su denso pelo rubio y perderme en sus grandes ojos azules cada amanecer.

Ojalá hubiera podido ser lo que él creía que éramos, porque yo también lo sentía así. Estábamos conectamos de alguna manera que aún no comprendo.

Sé que sólo nos acostamos durante unos pocos días y que no pasamos demasiado tiempo juntos. Pero cuando se levantó y me dejó sola en aquella mesa, algo dentro de mí se rompió tanto, que a día de hoy, aún no he podido olvidarme de él.

Anónimo

Envía tus movidas a [email protected]