Hablar de no seguir caminos genera preguntas… Preguntas que precisamente buscan seguir caminos. No es malo ni extraño: nos han enseñado que las cosas que hacemos deben tener casi las mismas partes que un cuento o una película: introducción, nudo y desenlace.

Cuando hablamos de amor, de parejas o de sentimientos también nos acostumbramos a pre-ver y pre-vivir historias que cuenten como nos conocemos, como nos encontramos, y como nos soltamos las manos. Y cuando pre-vivimos y pre-vemos… ¡nos estamos adelantando!

En nuestras historias, el contexto más común es el que conocemos, una estructura social y relacional más o menos premarcada y que está dibujada por los medios de comunicación, la películas, la educación, y también por las propias personas que viven con nosotras. Todas esas influencias se convierten en un modelo que alcanzar, aunque muchas veces no nos damos cuenta de ello. No solo hay estereotipos para el físico… también hay un un sistema emocional «de lo bueno y lo malo» en forma de normas para nuestro(s) amor(es).

She’s a whore!

¿Alguna vez te has sentido juzgada por alguna de las cosas que has sentido?

«Si estuvieras enamorada no te atraerían otras personas»,
«Si no sientes lo mismo que antes es que ya no le quieres lo suficiente»,
«Si te planteas hacer un trío es que tu relación no va bien»,
«¿Cómo puede no molestarte que esté con otras personas?»,
«¡Ya sentarás la cabeza!».

Cuando la «rebeldía ante el sistema emocional» se impone en nuestras entrañas nos enfrentamos a una lucha continua para justificar que lo que sentimos no esta mal, para pedir perdón por desear lo que no debemos, o para disculparnos por no desear lo que se supone que es correcto. Dar explicaciones, buscar más allá… y maltratarnos a nosotras mismas por sentir, cuando los sentimientos no son ni buenos ni malos, y desobedecen a intencionalidades y obligaciones morales.

Fragmento del libro "Ética Promiscua"
Fragmento del libro «Ética Promiscua»

Nos pasamos la vida machacándonos por sentir y pensar cosas que creemos que están mal. Nos lanzamos mensajes en negativo sobre mirar o pensar en otras personas teniendo pareja, sentir cosas por gente que «no deberíamos», no tener ganas de compartir cama y tiempo (¡o tener muchísimas!), no querer compromiso o desear casarnos mañana mismo. No escuchamos a nuestro cuerpo y nos encorsetamos en vidas más o menos estables que no tienen en cuenta las múltiples realidades de cada momento y de cada persona. Y no somos conscientes del daño que nos hacemos a nosotras mismas por no darnos la oportunidad de construir nuestro propio sistema emocional. Pero para ello, necesitamos romper y destrozar los esquemas que nos hacen sentir incómodas, dolidas, limitadas.

  • La primera idea para crear nuestro propio «sistema emocional» es detectar lo que queremos, cuando lo queremos y como lo queremos. Y comunicarlo. Pedirlo. Demandarlo. Prueba a escribir lo que quieres de verdad, desde dentro, sin pudor ni piedad. Y acepta también que todos tus deseos no tienen necesariamente que cumplirse: hay limitaciones temporales, geográficas, por parte de otras personas, y por parte de tu propia forma de vida.
  • La segunda idea es tomar conciencia de que todo lo que «debe ser» es artificial: está creado y si no nos sirve, podemos tirarlo a la basura. Localiza las normas sociales que no te gustan, no te encajan, o te hacen daño; y valora si es posible convivir con los y las demás prescindiendo de ellas.
  • La tercera idea es entender que una sociedad puede tambalearse si consideramos que lo que es más común no es, necesariamente, lo que está bien; y que eso puede generar miedos, resistencias al cambio e incluso reacciones bruscas. Plantearnos una relación abierta, decidir no tener encuentros íntimos con personas durante un tiempo determinado, involucrarnos en un entorno poliamor… son conductas que al pasar al plano público o social pueden llevarte a vivir situaciones complejas con otras personas que no te entiendan, que te pregunten e incluso cuestionen tu forma de vivir. Recuerda que ninguna opción es superior ni mejor que las demás, y que no se trata de convencer ni de dejar convencerse. ¿Estás segura de que quieres intentarlo? ¡ADELANTE! no te dejes vencer por la presión, y no caigas en intentar demostrar «superioridades morales». Además, tu intimidad es solo tuya y de las personas con las que la compartes voluntariamente: puedes elegir las personas con las que realmente quieres hablar y debatir sobre estos temas tan personales.
  • La cuarta idea es comprenderte, tomar tiempo para conocer e interpretar las cosas que estás sintiendo y como reaccionas ante determinadas situaciones o estímulos. Romper las normas desde la raíz de la situación lleva mucho tiempo y puedes sentirte sola o pasarlo mal.
  • La quinta y última idea es que nada es «obligatorio», ni requiere seguir adelante a toda costa. Asume las consecuencias de tus propias acciones y no hagas nada que no quieras hacer. La vida nos cambia y las relaciones que establecemos con las personas también son diferentes.

¡STOP!

No podemos confundir el control de los sentimientos con la gestión de las conductas: Una buena relación con nosotras mismas y con las demás personas requiere de una gestión de lo que sentimos para ser canalizado en actuaciones que respeten, tengan en cuenta, valoren y cuiden a aquellos y aquellas que queremos. Cuando solo sentimos «en nosotras» nos olvidamos que convivimos con muchas personas que tienen la misma necesidad de respeto que nuestras propias emociones. Empatía, coherencia… y el mundo no acaba en tus hormonas.

(Este artículo se ha escrito a modo de «segunda parte» de mi anterior artículo «Mi amor no cabe en tus normas». )