La semana pasada cancelé una cita con una amiga para acabar una novela.

Trataba de Marta, una exitosa mujer casada que comienza una ardiente aventura con otra mujer, Silvia. Es ingeniosa, es ardiente y me tiene super enganchada, para que os voy a engañar. Aunque he disfrutado devorando cada una de las escenas de sexo, el libro me ha hecho pensar en mis propias experiencias con la infidelidad.

A ver, seamos claros. Mi vida no es tan increíble como la de Marta. De entrada, nunca me he casado, ni he tenido que compartir una casa con unos gastos que en teoría es lo que la llevan a esa búsqueda del placer fuera de la monogamia…

Pero sí que es cierto que hay cosas que me encantaría haber sabido en ese momento…

1. Engañar es una caída en picado, tenlo claro.

Especialmente desde que aparecieron las “maravillosas” redes sociales. Aunque en el libro los personajes principales se encuentran a través de un encuentro excitante en las duchas de una sala para conocer gente, hoy en día ya no es necesario ver a nadie para cruzar los límites. Las redes sociales han hecho que la infidelidad sea tan fácil como darle a “enviar”.

En mi caso, ponerme al día con un ex en Facebook evolucionó a un simple coqueteo, luego a un café, luego a unas copas, un par de besos y al final a que mi relación se fuera a la mierda.

2. Todos tenemos diferentes razones para engañar.

Necesitaba por activa o por pasiva cambiar algo en mi relación y no tenía la madurez -o las fuerzas- para decírselo a mi pareja. A eso le sumamos problemas que tenía con mi familia, trabajo, etc. Y en vez de tratar de solucionar las cosas al final acabas echando balones fuera, es la solución que ves más rápida.

3. La culpa es real.


Ay amiga… si tienes algún tipo de conciencia, te sientes horrible por lo que has hecho. Tal vez no de inmediato, pero cuando el momento del encuentro ilícito desaparezca, ese sentimiento te dará una santa ostia que ni lo verás venir… Y ya ni te cuento cuando se entere tu pareja, eso es otro cantar…

4. Te sientes embotada.

Llámalo embotada, drogada o atontada. Es parecido a lo que uno siente cuando monta en una montaña rusa, esa sensación de subidón constante, pero con momentos de parón. ESA. Pero por desgracia te va apartando de la realidad, de tu “vida real”, y de todo lo que en teoría haces con tu pareja.

5. Intentarás razonar tu comportamiento.


Claro, hay que buscar los porqués, intentar sentir que no hacemos algo malo. Pensar que, aunque estamos con alguien genial tiene que tener fallos, si no, ¿por qué estamos haciendo esto? Pero este tipo de racionalización funciona hasta que te das cuenta de lo que estás haciendo y te sientes como una basura de nuevo.

6. Acabas con la autoestima jodida.

No es que tu pareja acabe hecha mierda, sino que tú te sientes herida. De repente ves que has hecho algo que nunca creíste que harías, traicionar a alguien que amabas. Empiezas a hacerte ese tipo de preguntas como si «eres esa clase de persona«.
Lleva tiempo, lleva tiempo perdonarse de algo así. Hacedme caso.

7. Las personas pueden cambiar.


Todos podemos tener una segunda oportunidad. Lo ideal es negociar qué tipo de relación funciona para ti. Quizás no te vaya la monogamia o quizás simplemente necesites mejorar la comunicación con tu pareja.
Sea lo que sea, lo importante es que siempre te sientas bien contigo misma. Ya sea sola o acompañada.