Un día te levantas, miras el calendario que tienes encima del aparador y caes en la cuenta de que ya han pasado casi dos años desde que ÉL se fuera. No se fue con otra, ni a otro país, ni a por otro trabajo. Se fue de la vida.
Te incorporas, pones la cabeza acomodada entre las almohadas y notas lo grande que te queda la cama. Es en ese momento en el que empiezan a pasar por tu mente imágenes de personas que se han paseado por esa habitación vacía durante ese tiempo. Personas que, como la habitación, están vacías. O quizás, lo vacío es tu corazón.

Miras detenidamente al techo como si fuera un cielo blanco que te encarcela y comienzas a debatir con tu luz interna: ¿qué está pasando? ¿se agotó la capacidad de amar? ¿ya todo es vacío y silencio? Te acuerdas de momentos en los que parecía que la ilusión por alguien se despertaba hasta que se desvanecía otra vez. Piensas en lo que podría haber sido tu vida con ÉL si no se hubiera ido y lo tanto que dista de lo que has tenido que soportar con ciertas personas por tal de conseguir algo de calor en las noches de pleno invierno imaginario.

Decides salir de la cama y ponerte un café con sonrisa de agobio y magdalenas.
Una vez sentada y dando vueltas a tu café cargado con la cuchara, piensas que ya nadie vendrá con los valores que tú buscas y que tenía ÉL. Aparecieron “los más bajos que”, “los más altos que”, “el no tan dicharachero como” y “el no tiene tanta iniciativa como”. Y después de ese «que» y ese «como» siempre aparece ÉL. También comienzan a aparecer los que te utilizan en ese mundo en el que usa la definición de libertad olvidándose del respeto y los valores. Por mucho que quieras, ese mundo nunca lo entenderás ni entrarás en él por mucho que te tienten ¿No hay valores o los tuyos han cambiado? Largas vueltas a esta pregunta. Vueltas como las de tu cuchara en el café casi a punto de rebosar.

Te acercas la taza a los labios y  llegas finalmente a la conclusión de que no puedes ya estar comparando nada con ÉL ni aguantando palos  de personas que no definen el amor como tú. No es cuestión de incapacidad, es cuestión de ganas por volver a empezar el largo ciclo del alma. ¿Y eso qué quiere decir? ¿Qué me están empezando de nuevo las ganas de amar?

Se te termina el café y te metes a la ducha para salir a pasear y seguir deliberando sobre esa angustia que te está persiguiendo y que no sabes controlar.

El agua de la ducha parece que te limpia las ideas y vas viendo más claro que la distancia que separa el «echo de menos amarle» al «echo de menos amar a alguien» es cada vez más grande y que tú te encuentras en el kilómetro de la segunda afirmación de añoranza. Y ahí está. Ahí llega el nudo en el estómago. Ese nudo que no te deja digerir adecuadamente los sentimientos porque crees que tú ya no tienes derecho a volver a amar a nadie. Uf. Este nudo duele. Mucho. Sales de la ducha y te secas.

Respiras hondo mientras te vistes, te peinas y retocas esa cara que se refleja en el  espejo y que ya tiene color. Nada queda de la palidez de hace dos años. Nada queda de esa mirada triste. Todo lo contrario. Pones máscara de pestañas para realzar  unos ojos que han cambiando. Ojos que sólo quieren ver vida y felicidad. Ojos llenos de ilusión por lo que vendrá. Otra vez notas los pinchazos en el estómago. Claro, ya lo entiendes, es la palabra ilusión. ¿Ves? Otra vez. Cuando dices o notas ilusión, tu estómago parece que no te lo permite. Te dice en forma de dolor ¿Tú por qué vas a volver  ilusionarte? Pues te lo voy a decir bien claro querido ego, tengo sólo 29 años y habrá que seguir enamorándose. No sólo de personas, habrá que seguir enamorándose de la vida que te queda por caminar.

Te cuelgas el bolso, abres la puerta y te vas pisando fuerte hacia la calle donde has decidido ir para observar las sensaciones de la brisa en tu cara de ilusión libre.

Mientras caminas, te das cuenta de una cosa: Amar, sí, muy bonito, pero esto… ¿Cómo se hacía? De nuevo, notas una extraña sensación: Cansancio. Te sientas y clavas la mirada en un árbol.

Vamos a ver, piensa mente loca ¡Piensa! Todo este tiempo has salido con tus amistades a cenar, a conciertos, a ver exposiciones, a asistir a obras de teatro y al cine pero ¿te has parado a pensar en si te interesa alguien? ¡Sí! Ya es hora de que te interese alguien del presente y no del pasado por mucho que tengan que convivir irremediablemente.

De nuevo has aprendido a levantarte todas las mañanas sin llorar, has cambiado tu casa, has cambiado tu trabajo, has cambiado tu ropa porque te ha dado por comer y la talla tristeza ya no te vale, has cambiado hasta tu círculo de amigos haciéndolo más grande, has cambiado tus hobbies y… ¿no te da por cambiar de una maldita vez tu visión sobre las relaciones?

¡Déjate ya de personas vacías y comienza a amar! Pero a amar de verdad porque ¿sabes una cosa? Llega un día en el que te levantas, miras el calendario y te das cuenta de que tienes ganas de volver a amar.

¿Y ese chico qué mira? Pues parece interesante…

A todas las mujeres que tienen que aprender a volver a amar. Con todo mi cariño.

Elena Sinache, autora del post ‘Un día te levantas’