Desde que he “tenido” que definir mi orientación sexual (y lo escribo entre comillas porque lo he hecho a razón de encontrarme cómoda y segura con ello, no porque lo sintiese una obligación) me enfrento –vamos a decir como mínimo- semanalmente a personas que sin saber a quién me llevo o he llevado a la cama, o lo que siento o dejo de sentir por los susodichos, me juzgan afirmando que hoy por hoy vivo confundida, aún estando yo muy segura, que digo yo que es lo que cuenta, que actualmente estoy pasando por una fase que acabará definiéndose en un futuro y hará a mi vida sentimental y sexual estabilizarse de una vez.

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Efectivamente, soy bisexual y, como tantos de éstos, estoy cansada de escuchar comentarios que, personalmente, me parecen una falta de respeto, tanto por parte de personas heterosexuales como homosexuales, siendo los de éstos últimos los comentarios que menos comprendo. Y me explico:

No considero, en absoluto, que todas las personas no-heterosexuales debamos pertenecer a un colectivo definido y darnos la mano como hermanos y entendernos y encerrarnos en nuestra burbuja, casi todo lo contrario, cada persona es un mundo y cuantas menos etiquetas se autocuelgue mejor. Pero sí considero que una persona heterosexual está menos expuesta a un juicio por parte del resto del mundo, al menos en el momento en el que hasta el siglo pasado (y en gran parte en este, no vamos a engañarnos en la utopía) se suponía que lo correcto y lo normal era sentir atracción por alguien del sexo opuesto al tuyo. Partamos de la base general –y digo general porque no conozco la situación de cada persona de este planeta- en la que los heterosexuales no “tienen” que salir de ningún armario (expresión que detesto, por cierto). Absolutamente cualquier homosexual que haya paseado por la calle de la mano de su novio o novia ha recibido una mala mirada por parte de cualquier persona cerrada de mente que se ha cruzado en la vida. Esta parte de rechazo que todavía existe en la sociedad actual se debe a que esos cerrados de mente o gilipollas, sin más, creen claramente que su condición no es la correcta, que ser hetero es lo correcto y normal y que algún problema tiene esa gente que sale con alguien de su mismo género.

Exactamente lo mismo siento yo cuando algún amigo gay, del cual espero algo de empatía por ese motivo, tiene los santísimos cojones de decirme que NO CREE en la bisexualidad, que estoy pasando por una fase, que volveré a ser hetero (que no sé cuando coño se supone que lo he sido, como si me hubiera saltado de pronto un chip un martes cualquiera al levantarme de la cama antes de salir hacia el instituto) o que me posicionaré como lesbiana finalmente si me gusta lo que he ido catando en estos años de confusión obvia para mi homosexual amigo.

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Amigo querido, lo mismo podría decirte yo. A lo mejor un día te encuentras con una chica maravillosa, te enamoras de ella y adiós a las raíces orgullosas que has echado en tu actual acera. Y conozco más de un caso de antiguos homosexuales que actualmente tienen parejas del sexo contrario y que se aman en cantidad. También conozco a homosexuales que se declaraban bisexuales pero hoy día ya no sienten nada por el sexo opuesto. Pero tengo muy claro que no es en todos los casos. Y sería estúpido que yo en concreto no supiera eso, al igual que la persona hetero u homo que tan claro lo tiene debería respetar el que yo también lo tenga.

Como comentaba, continuamente, desde hace ya varios años que decidí ponerle nombre a lo mío porque me dio la gana, tengo que soportar este tipo de comentarios tan simpáticos, pero resulta que actualmente estoy saliendo con una chica y la lluvia de comentarios en nuestro círculo, y allegados, del corte de ‘ahí vienen las bolleras’ y derivados es demasiado densa desde el principio de nuestra relación. Supongo que ya el colmo de todo esto es que mi novia tampoco es lesbiana, es la primera chica con la que tengo una relación, mi fondo de pantalla de la tablet es Alex Turner con tupé y mirando por encima de sus gafas de sol y hasta el momento sólo se me han conocido parejas masculinas. Quiero decir, no veo el grito declaratorio de ‘¡Soy lesbianaaaa!’ en ninguna parte.

Entiendo que si quedo con mi novia en la calle y le doy un beso la gente que no nos conoce pueda –quizás, porque no lo veo legítimo, aún así- obviar que somos una pareja de lesbianas, pero que nuestros amigos, los cuales conocen nuestros gustos, no sólo bromeen constantemente con el asunto, sino que algunos incluso se atrevan a decir que como ahora estamos saliendo juntas somos automáticamente lesbianas, a pesar de que a veces se nos ponga cara de adolescente enamorada y se nos escape un suspiro a la vez cuando vemos una foto de Robert Pattinson en algún sitio, es para caerse muerta y romper el suelo del disgusto.

Con esto no quiero que nadie piense que me quiero quitar de encima la etiqueta de lesbiana porque la considere una etiqueta negativa. En absoluto. Pero sí estoy segura de que cuesta más bien poco, o nada, hablar con propiedad. Me molesta que se dé por hecho que todo es o blanco o negro, que si soy una chica con novia soy lesbiana y que si algún día se enteraron de que me he liado con tales chicos soy hetero y dejar de tener posibilidades en un futuro con las chicas que conozcan ese dato.

Supongo que me molesta lo mismo que lo que le puede molestar a un filipino que lo llamen chino, o que a un dromedario lo llamen camello.

Y, por último, para no perder la carrerilla de quejas, que para eso he venido, querría tocar el asunto, también muy simpático,  de la gente que entre broma y creyéndoselo me dice que soy 50% hetero y 50% lesbiana.

Veamos, a ver como explico yo esto sin querer pasarte con el coche por encima y retroceder y volver a pasar y así durante toda la tarde.

Estoy segura de que cualquier persona que está aquí y sea monosexual no se siente identificada conmigo, o sea, yo puedo sentir atracción e incluso tener una relación seria con alguien de mi mismo sexo y con alguien del sexo opuesto, una persona heterosexual es hetero porque SÓLO le gusta la gente del sexo opuesto, y si alguien es homosexual es porque SÓLO le gusta la gente de su mismo sexo. En base a esas definiciones hay algo ahí que choca violentamente y por lógica impide que esas dos condiciones converjan en una misma persona, porque la palabra ‘sólo’ significa ‘únicamente’, y recuerdo que a mí no me gusta únicamente la gente de un género.

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Para finalizar (ahora sí), quiero comentar algo que nos pasó hace poco a mi novia y a mí. Un amigo, el mismo que nos dijo que no creía en la bisexualidad, nos dijo a modo de piropo que somos las bolleras más hetero que había visto nunca. ¿Qué? O sea… ¿Qué? ¿Se supone que tendríamos que conducir un camión y llevar una camiseta con una ilustración de una cabeza de un hombre clavada en una estaca para que nos guste únicamente la gente de nuestro mismo sexo? Yo pensaba que para ser lesbiana era suficiente con que te gustara la gente de tu mismo sexo. Hasta donde yo sé llevé un vestido que me encanta el último Fin de Año (que frío pasé, joder) y a veces, cuando tengo fresco, rescato del armario (el único que tengo, por cierto) una camisa de cuadros que abriga lo justo como para no llegar a tener calor. Creo que nada de eso va a hacer que me atraiga de una forma mayor nadie, ni que cuando mi novia se pone falda me vaya a querer menos y sienta que estoy en competición con cualquier hombre con el que se cruce y vaya a tener que [IRONIA MODO: ON] sacar mi lado bollero y meterle una paliza a ese pene y al hombre que va pegado a él.

Por cierto, no todos somos promiscuos. También hay algunos heteros promiscuos y no creo que todos los sean.

Con esto pretendo, no un manifiesto egoísta, aunque lo parezca, porque me importa más bien poco lo que pueda pensar de mí alguien que no me resulta trascendente, sino poner en mi boca lo que tantas personas que sienten igual o parecido que yo necesitan decir para defender una causa que poca gente se esfuerza en absoluto por comprender y que ahora con un copiar y pegar del link de este artículo pueden atajar.

Abrid vuestra mente de una vez, por favor.

Gracias por vuestro tiempo.

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Autor: Anna Gorse