Todo empezó con un “hola”. Siempre he tenido relaciones físicas, ni siquiera he tenido una pareja que viviese en una ciudad distinta a la mía. Mis amigas me hablaban de relaciones virtuales y de cibersexo, y de lo maravillosamente bien que lo pasaban practicándolo… Cibersexo?? No lo entendía, no hay piel, olor, contacto, lo que según mi criterio era lo principal para tener una buena sesión de sexo.

Había terminado con mi chico y estaba con el bajón típico en estos casos. Estaba sentada enviando contestando a los correos que tenía pendientes  y me conecté a una de las redes sociales que suelo frecuentar. En la pantalla ví que tenía un aviso de un mensaje entrante, lo abrí y ví la foto de un chico que me decía “hola”. No me apetecía entablar una conversación pero contesté por educación. Yo también dije “hola”…

Ahí empezó todo. Empezamos a hablar. Era de otra ciudad y al ver mi foto le había gustado. Tenía previsto venir a mi ciudad dentro de unos meses y me invitaba a un evento al que iba a asistir. Yo le comenté que no me gustaba ese tipo de eventos, y él me comentó que lo entendía pero que, al menos, me tomase un café con él. Estuvimos hablando mucho tiempo y al final, cuando me despedí, me pidió mi número de móvil. Aún no se porqué pero se lo dí…

Durante la tarde me envió un par de mensajes y no respondí, pero por la noche me preguntó si podía llamarme y hablar. Terminé de ordenar mis cosas para el día siguiente y le dije que sí. Mi móvil empezó a vibrar a los cinco segundos de enviar el mensaje. Lo primero que escuché fue: “Buenas noches guapísima, qué tal todo?”…su voz…Debido a mi trabajo utilizo mucho el móvil y oigo muchas voces al cabo del día, pero esa voz, Dios!!, era sin duda alguna la voz más sugerente que había escuchado nunca. Tuvimos una conversación de cuatro horas en la que hablamos de todo, trabajo, aficiones, parejas anteriores…casi de todo. Pero su voz… ufff… esa voz grave y ronca en la que se cruzaba de vez en cuando una risa un tanto pícara e infantil, me gustaba…

Pasaron unos días y seguimos hablando a diario, aparte de enviarnos mensajes, correos y demás. Uno de esos días, a primera hora de la mañana, me llamaron desde un número desconocido para mí, y me preguntaban mi dirección porque tenían una entrega que hacerme y necesitaban saberla, así como la hora en la que estuviese en casa para recibirla. Quedé con ellos a última hora de la tarde, cuando ya hubiese terminado con todo. Llegué a casa temprano. No sabía nada de mi amigo desde su mensaje de “buenos días” de esa mañana. Al cabo de un rato llamaron a la puerta. Era un chico con un ramo de flores espectacular, el más espectacular que he visto en los últimos años…. No llevaba tarjeta pero sabía quién era el remitente. Le llamé y le dije que me había parecido absolutamente precioso y que no tenía porqué hacerlo. El me dijo que ese sería el primero.

Tuvimos conversaciones interminables durante semanas y los ramos de flores fueron diarios. Mi casa se “inundó” de ellos, tanto que fui regalando algunos porque no quedaba espacio donde ponerlos. Me tenía en las nubes, tanto que me olvidé del mal recuerdo de mi anterior relación. Tengo que reconocerlo.

A medida que pasaban los días las conversaciones iban siendo más profundas y más íntimas. Hablábamos de casi todo. Recuerdo una noche en la que, sin saber cómo, empezamos a hablar sobre nuestros gustos en el sexo. Poco a poco la conversación fue subiendo de temperatura. Yo estaba en la cama hablando con él y bueno… Me dí cuenta que íbamos a pasar de nivel cuando me preguntó sobre qué llevaba puesto para dormir. Le dije que una camiseta de algodón blanca y ahí empezó todo. Empezó a darme “órdenes”, quería que me quitase la camiseta y me relajara en mi cama. Lo hice. Su voz se iba poniendo más grave y más sexy. Me dijo que empezara a tocar mi cuerpo y me indicó cómo tenía que hacerlo, por dónde empezar y por dónde terminar. Aquello fue tremendo, aquella conversación picante y aquella voz que tanto me “ponía” hicieron que tuviese una sesión de sexo genial.

A esta le siguieron muchas más igual de intensas e incluso más. Lo pasaba bien y no implicaba ningún tipo de dependencia con alguien. Nunca antes lo había hecho y me pareció una forma genial de autosatisfacción, pues llevaba el “plus” de una voz masculina que te iba guiando y aportaba el lado masculino.

No llegamos a vernos físicamente, tan sólo teníamos contacto virtual y, tanto a él como a mí, nos iba bastante bien de esta manera. No es comparable a tener sexo con otra persona de manera física, es otra cosa totalmente distinta pero, dado el caso personal de cada una, puede llegar a ser incluso más satisfactorio. Yo pienso seguir poniéndolo en práctica pues, hasta la fecha, no me ha aportado más que beneficios: duermo mejor, me despierto muy descansada y mi día es distinto…

Alguien me dijo una vez que no debemos irnos de esta vida sin haber probado todo lo posible. Yo probé esto y seguiré experimentando….

Autor: Ana Tineo