Se mastican mariposas en el aire.
Se recomienda cerrar la boca ante riesgo de asfixia.
 
Se me han olvidado las convenciones sociales cuando ves a una pareja comiéndose la boca en mitad de la acera. O me hago mayor, o ahora, sin poder sentirme cómplice de otro beso, simplemente no sé cómo actuar. No sé si mirarles está feo, aunque estén en mitad de la calle y dentro de mi campo de visión. No sé si he de indignarme, y sugerir que se busquen su propio espacio, un poco más íntimo, donde mis ojos no tengan cabida. O si puedo sonreír recordando cómo era eso de querer de forma pública sin que te importe nada ni nadie sin parecer una auténtica voyeur.
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Sinceramente me gusta verlo. Porque vivimos en una sociedad cada vez más virtual, en la que los gestos de cariño escasean. Me gusta aún más cuando esa pareja ya es de mediana edad, o incluso mayor. Tendemos a pensar que puede tratarse de una amante, de una nueva relación, ¿es que una vez pasados los diez años juntos viene un Funcionario del Estado a tu casa a prohibirte querer de manera pública? No he llegado a ese punto en ninguna relación, así que puede que eso pase y yo no lo sepa.
 
No lo llevo tan bien cuando no hay manera de huir, cuando comparto metros cuadrados con los participantes del deseo. Ya sea en el transporte público, o en mi trabajo, puede rozar lo incómodo, incluso lo desagradable.
 
Pero sinceramente cuando peor lo he llevado, sin duda alguna, es cuando por algún motivo tenía el corazón roto. Cuando quería entrar en ese juego y no podía: porque simplemente no era bienvenida o porque yo no paraba de imaginar cosas que no sucederían y veía delante de mis narices cómo para algunos afortunados sí que era real. ¡Qué ingrato es eso de querer a veces!
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Sin embargo, soy de las que piensan que no es necesario empatizar con los corazones rotos. Todos lo hemos tenido, o lo vamos a tener así en algún momento, y todo es ridículamente temporal en esta vida. Dad los besos, recibid los besos, agarrad con deseo, reíd escandalosamente, abrazad con la fuerza de los mares –ya lo dijo la más grande-, y decid tantos te quieros como sintáis.
 
Que no se ahoguen los gestos ni se olviden las palabras que no se dijeron.
Pero por algo el dulce de leche es mi postre favorito: me gustan las cosas asquerosamente dulces.
Maryanne Dwight