Hubo un tiempo, pasado muy pasado, en el que estuve muy preocupada por mi imagen, por el qué opinarán y, por qué no decirlo, por la vida de los demás. Era divertido, en parte, pero también agotador. Cuando mi vida fue cambiando, y mis prioridades también, me fui dando cuenta del error en el que viví durante un tiempo.

Empecé a valorar otras cosas, mi tiempo, mi espacio…y a preocuparme menos por el resto del mundo. Empecé a vivir en el mío, que era el único que me importaba. Encontré el encanto de unos vaqueros rotos, unas chanclas, un moño y unas gafas de sol, mi uniforme para pasar un día de descanso. Mi depilación podía esperar un par de días más, no tenía por qué ser perfecta 24/7, me permitía tener un poco de raíz en mi pelo (OMG!!) y posponer mi cita en la peluquería dos días más. Seguía siendo la misma, solo que un poco más liberada.

Pasé de parecer que iba de bodorrio diariamente a parecer que iba a mi casa de la playa. Para mi sorpresa, me dí cuenta que podía seguir trabajando de la misma manera y hacer todo lo que siempre he hecho, prescindiendo de horas delante del espejo, días interminables subida a tacones de vértigo, risas hipócritas por parecer súperguay horas de peluquería, manicura… Seguía cuidándome, ojo, pero no de la misma manera obsesiva-compulsiva. Era feliz!! Hasta que llegó él, el “Mari-Pegas”.

En mi primera cita no paró de mirarme, sí, aparte de hacerlo con deseo lo hacía con curiosidad, y no paró de hacerme preguntas tales como cuánto costaba el bolso que llevaba, si mis uñas eran reales y mis tetas también. La noche no fue mal del todo. A lo largo de la velada se fue relajando, más que nada porque empecé a cortar aquel “interrogatorio”. A esta cita les siguieron otras cuantas más, hasta que se convirtió en mi pareja. Al principio, todo iba fluído, eran momentos de pasión y de euforia, si estábamos en su casa yo me adaptaba, y por qué no decirlo, también sucumbía a todos sus gustos. En mi casa hacía lo que me apetecía, sin mirar más allá. Con el paso de los meses volvieron las preguntas y las pegas. Su “síndrome de portera” salió a la luz. Si cenábamos fuera, me preguntaba por qué no me ponía los zapatos a juego con el bolso. Yo le explicaba que, después de muchísimos años en el mundo de la moda y dedicándome a esto, sabía perfectamente cómo tenía que hacer mis combinaciones, él no reunía las condiciones necesarias para valorar o aconsejar sobre ello.

giphy
Pero cari qué me estás contando

En otras ocasiones, me decía que le gustaba que llevase taconazos cuando iba con él….yo le explicaba dos puntos básicos para esto:

1- No podía llevar taconazo 24 horas y darme una caminata por la ciudad a modo geisha.

2- No podemos tener en la otra persona todo lo que deseamos, yo quería tener a Brad Pitt  al lado por si tropezaba con los tacones y no era el caso…

Miraba y remiraba las etiquetas de mi ropa, también de mi ropa interior.

Que si estás mejor con el pelo castaño, que si las uñas están muy cortas…hasta que llegó al largo de mis pantalones y a mis vaqueros rotos. Recuerdo en un viaje, estábamos comiendo y se levantó, me dijo que volvía en cinco minutos. Cuando volvió, lo hizo con una bolsa de una tienda de ropa de la ciudad. Dentro había unos vaqueros de mi talla. Le pregunté qué era eso y me dijo que como mis vaqueros estaban rotos me había comprado unos nuevos para que fuese mejor.

giphy (1)
Este chico es tonto

Esto fue el colmo, ahí acabó todo.

Yo, sinceramente, no puedo estar con alguien que crea saber más que yo sobre mí, sobre lo que debo o no debo ponerme, cómo peinarme, por qué fulanita ha engordado tanto y si es por la píldora o por las tapitas que se come, si se acuesta con uno cada noche o no…

Me gustan los hombres que lo mismo te taladran para colgarte un cuadro que te empotran contra esa pared antes de colgarlo. Uno que le de igual si un día de aquí te pillo aquí te mato, tu sujetador y tus braguitas no se han puesto de acuerdo, o tienes un pelito rebelde en tu pierna izquierda, o tu rimmel ha desaparecido por un revolcón instantáneo.

Que para portera ya está la mía, bastante maja por cierto…

ANÓNIMO