Y de repente te encuentras con veintipocos años, soltera y con pocas ganas de volver a empezar, y es que… ¡Menuda pereza! Decides que lo que toca es relajarse un poquito, una pequeña pausa antes de volver a la espiral de citas salidas de Tindr y polvos (menos que satisfactorios).

Es el momento de redescubrirte y aprovechas para hacer todo aquello para lo que hasta ahora no habías tenido tiempo: quieres conocer a nueva gente, leerte esa novela que tenías aparcada, empezar a correr…  Y justo entonces, en ese momento en el que estás alcanzando la estabilidad y la paz interior, sucede. De repente, el despiadado mercado de la carne ha disparado la alerta, vuelves a estar disponible (quieras o no) y ellos lo saben, lo huelen.

Te llega un mensaje de alguien, llamémosle Pedro, con quien hacía tiempo que habías perdido el contacto. Ahora quiere saber qué es de tu vida y eso te hace hasta ilusión. Piensas ‘¡Qué bien que estoy reconstruyendo mi vida!’, pero la cosa no va por ahí.

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Es en ese pequeño punto entre la confianza y la vulnerabilidad cuando realmente empieza el drama: él quiere un café, una cena, ir al cine, lo que sea. Por muchas largas y negativas que dés, seguirá insistiendo y entonces te das cuenta de que tienes otros 20 Pedros dando la chapa en Facebook, WhatsApp, Instagram, ¡Hasta en la biblioteca de la uni!

Te jode y hasta te duele un poquito porque tú solo buscabas colegueo. Tu prioridad era discutir un poco sobre el último Call Of Duty, el cartel del Viña o simplemente fundirle a memes, si eso es lo que te apasiona en la vida, ¡da igual! Lo importante es que nunca quisiste dar a entender que la relación fuera más allá de la simple amistad, pero ahí está él, dando por culo con la pregunta definitiva: ‘¿A ti se te da bien dar masajes?’.

¿Really? ¿De toda la conversación que te puedo ofrecer SÓLO se te ocurre preguntarme eso eso? Hasta luego.

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Y oye, chica, si te apetece echarte una canita al aire, fenomenal, pero estamos aquí porque necesitábamos nuestro propio espacio. Así que frena. No te estreses y piensa en lo que te voy a decir.

Ante todo, ante todo lo que te pueda decir nadie, lo importante es que no hagas, ni digas nada que no te haga feliz. Quiérete, tómate tu tiempo, tu espacio y tu jarrita de cerveza con tus colegas (los que sí entienden lo que hay). Pero nunca, nunca dejes que nadie te haga sentir obligada a nada porque “lo dabas a entender”. No sigue significando no.

Clara Rico.