Pasado proviene del verbo latino passare, que a su vez se origina a partir de passus, es decir, dar un paso, moverse hacia adelante, dejando todo atrás.

A simple vista parece fácil. Moverse hacia adelante, avanzar. Dejar atrás el pasado, todo aquello que vivimos y, en ocasiones, a aquellos con los que los compartimos. Saber decir adiós. Pero no siempre es así.

A veces los recuerdos duelen. Y mucho. Más que cualquier herida. Se te incrustan dentro y no dejen que el pasado cicatrice, que los recuerdos dejen de escocer.

Y llegan en cualquier forma o situación. El olor de su colonia después del afeitado, el hueco de su garganta donde tanto te gustaba apoyar la nariz para aspirar su aroma, aquel restaurante que siempre quisisteis probar pero que nunca encontrasteis el momento adecuado, aquella calle escondida dónde te dijo te quiero por primera vez. Y por mucho que intentes mantenerlos a ralla, no puedes. A veces simplemente te inundan por dentro y no encuentras la forma de escapar de la marea que amenaza con destruirlo todo a su paso.

Y vas acumulando momentos, canciones, olores, sensaciones, besos, como si de una diógenes emocional se tratara. Como si fueras incapaz de deshacerte de todo aquello que te impide alzar el vuelo, porque en parte te da miedo avanzar. Porque avanzar significa precisamente eso, olvidar. Poner un pie, y luego otro, hasta que un día te das cuenta y te has alejado de aquello de lo que nunca quisiste irte. 

Y hay que ser muy valiente para marcharse, para ser consciente de que todo ya terminó, de que ahora hay que empezar de cero, decir adiós a algo que fue tan tuyo que ahora te sientes incompleta.

Y sabes que deberías dejar de buscarlo. Dejar de mirar sus fotos, de oír esas canciones que antes cantabais de madrugar hasta perder la voz, de releer cartas y mensajes hasta quedarte dormida, de perderte en los trasfondos de una película de la que ya no eres la actriz principal.

 

@pau_aranda21