¿Alguien me explica cómo va esto del amor? Porque creo, sinceramente, que ando más bien perdida. ¿Cómo es posible que estuviéramos quedando durante cuatro meses, que dejáramos de hacerlo hace nueve, que prácticamente no pienso en él desde hace cinco, que me hablara justo anoche y se me parara el mundo echando el freno de mano cuando iba girando a 120km/h?

Creo que no merece mucho la pena hablar de él cuando para nombrarle simple utilizo ese maldito pronombre, cuatro meses de mierda durante los cuales ni siquiera me quiso bonito y se ha ganado ser mi ‘él’ un año después. Sí, justo anoche hacía un año desde la primera vez que hablamos y me habló. No, no creáis que es bonito y romántico, que tuvo un gesto mágico para conmigo, qué va.

Fue maldita casualidad, al menos eso creo que sí lo he aprendido, a no engañarme a mí misma inventándome cosas que él hace sin más y yo interpreto como si de un gesto de Romeo hacia Julieta si tratase. Me habló porque él es así, me habla cuando le sale y porque le sale, sin excusas, ni fechas, ni romanticismos. Pero maldito cabrón, tenía que ser justo ayer.

No creáis que fue una conversación preciosa e intensa, de esas que te abre con un típico ‘qué hace una chica como tú en un lugar como este’, qué va. Fue más bien un ‘qué haces despierta a estas horas’. Y pum, de golpe y porrazo, se me para el corazón, me tiemblan las manos y miro a izquierda y a derecha, preguntándome si realmente me ha escrito o si soy yo que ya me estoy inventando cosas. Pero sí, me escribió.

Me escribió y yo no me hice la digna haciéndole esperar o algo, qué va. Tampoco le di mucha importancia, porque yo sé que para él no la tiene, pero joder, ¿cómo es posible que una conversación tan asquerosamente trivial te acelere el pulso cardíaco tantísimo?

Y eso que yo soy feliz, soy muy jodidamente feliz. No le echo de menos, no le pienso, no le siento, no le necesito. Pero es que es leer su nombre, escuchar su nombre o confundir su voz con la de un desconocido y joder. ¿Cómo es malditamente posible? ¿Cómo puede ser que me haya calado tanto, que me guste tanto, que me mueva tantas cosas?

No fue nada extraordinario, no fuimos nada que se pueda considerar si quiera medio serio. De hecho fuimos casi que una maldita broma y lo peor de todo es que me consta de primera mano que yo para él fui un sin más de la vida, alguna vez he intentado hablar el tema y me dice que sí, que guay, que lo pasamos bien, pero que ya. ¿Pero que ya? ¿Que lo pasamos bien? ¿Que guay? Cuánto duelen las puñaladas en forma de palabras.

No os penséis que soy una loca que le hablaba de amor, que le agobiaba, que le pedía más de lo necesario. De hecho creo que ese fue mi problema, no exigir, no pedir, no hablar de lo que necesitaba. Fui de chica enrollada que quiere exactamente lo mismo que tú, pasarlo bien un rato y luego ya vamos viendo qué pasa, cuando en realidad yo no soy así. No soy ni un poco así.

Lo hice porque le quería gustar, quería gustarme a mí, quería demostrarme que yo soy capaz de tener cosas casuales, sin explicaciones ni justificaciones, sin compromiso de por medio y ojalá ser capaz, pero es que, me repito una vez más, a ver si se me queda grabado: yo no soy así. A eso vengo aquí, supongo. A deciros que pidáis lo que queréis, lo que necesitáis. A que no os dejéis llevar únicamente por lo que la otra persona quiere, si no que seáis capaces vosotras también de poner las cartas sobre la mesa.

Tanto si sois como yo, como si sois como él. Decir las verdades, expresar nuestro interior, darle voz a nuestros pensamientos nos hace libres. Nos hace libres, nos cura y nos calma. Nos da la oportunidad de ser nosotros y poder tomar decisiones en consecuencia.

Si quieres algo serio, pídelo. Si solamente quieres tontear, dilo. Si no buscas nada más, no finjas haberlo encontrado.

Creo que nos estamos confundiendo un poco en medio de esta amalgama de sentimientos de nuestro siglo, en medio de todas las posibilidades que nos ofrecen hoy en día las relaciones con nuestras potenciales parejas, en medio de toda la libertad que tenemos para hacer lo que queramos, con quien queramos y cuándo lo queramos. Y eso es justamente lo bonito que tenemos, la suerte que tenemos de poder elegir qué queremos, cuándo lo queremos y con quién lo queremos, pero por favor, siempre fieles a vosotras mismas, no pidáis menos de lo que queréis, no deis más de lo que queréis.

Quered bonito, con la forma y el compromiso que decidáis. Pero conoceos bien y no os dejéis arrastrar por cosas que no sois, que luego creemos que nos han hecho daño, cuando en realidad los que hemos puesto nuestro corazón desnudo en el punto de mira para que un francotirador nos dispare a dos metros de distancia, hemos sido nosotras.