¿Sabéis cómo se te quedan los labios después de una bolsa de pipas bien saladas? Así quedaron mis verticales tras casi dos horas de intensa generosidad oral.

Habréis oído, al igual que yo, hablar mil veces del sexo especial: especial de San Valentín, especial de cumpleaños, especial de aniversario… Pero el rey de reyes; el de edición única; es el de despedida. ¡Ojo!, que digo de despedida y no de ruptura; diferenciados porque la separación es un accidente inminente o una decisión.

Me viene a la cabeza esas pasiones intensas entre Fulanito y Menganita, que siendo de orígenes diferentes coinciden en tiempo y espacio en una escapada o vacaciones.

Allí estaba yo, tumbada y retorcida de placer mientras mi amante se dedicaba completamente a mí, y me devolvía a mi posición con su mano para seguir con el deleite que estaba experimentando de ser la causa de este gran efecto.

¡Qué manera de decir adiós, Dios mío! Cuando no hay nada roto entre los dos; cuando todo es intenso y excitantemente nuevo y el punto y final a la historia lo escribes con tu lengua, con tus dedos, y con cada parte de tu cuerpo que pueda hacer vibrar el cuerpo del otro, el adiós sabe a hola y encantado de conocerte.

No entrando a cuestionar que tipo de entrenamiento dotará de tal habilidad  ( ¿¿bolas chinas bucales?? ¿¿ mascar chicles de cinco en cinco?? ) no pude salir de mi asombro cuando todavía había más. Pero en algún punto, por fin terminó.

Y más que exhausta; pero relajada, feliz y llena de gratitud, tuve que decir un «Never Ever», porque él; que hablaba una sola lengua; parecía tener dos o tres.

¡Bendita sea la pizza por dar tanta energía ! Pero debió de ser solo el cocinarla, porque una vez extrajo cada orgasmo que quedaba en mí todo lo que yo quería devorar medía 1,85 y me había vuelto loca.

Parecía seguir queriendo crear él el recuerdo inolvidable, pero en momentos las feromonas golpeaban su mente y se perdía en el disfrute; y yo me enorgullecía y atacaba con más fuerza sus puntos más excitables. ¡Maravillosa sensación de poder !

Y después de la tormenta de besos, mordiscos, agarres; de entrar el uno en el otro; del sudor, las lágrimas y las carcajadas; solo después llegó la calma. Comimos, bebimos repusimos y recuperamos, pero solo la energía justa para pronunciar un “ te echaré de menos” y “si algún día vuelves…”.

Después de tanto adiós que parecía tanto un hola solo pude decir “Hasta pronto” antes de cerrar puerta y ponerme a jadear, pero esta vez por una muy diferente causa que poco antes.

Srta B Goode