Imaginaos trabajar a diario con un tío que no solo os pone mucho sexualmente sino que además os atrae mogollón su personalidad. Vamos, que estáis enamoradas hasta las trancas. Pues ahora imaginaos en una cena de Navidad de la empresa, el grupo no tiene mucho interés por seguir más allá del restaurante (bueno, una compañera que se había convertido en mi amiga sí ,pero al ver que íbamos a ser tres y saber lo que yo sentía, prefirió dejarnos solos) y vosotros dos decidís alargar un poco más la velada e ir a tomar algo a una discoteca.

Discoteca

Os ponéis a bailar (¡cómo baila por cierto!), pasan las horas y de pronto pasa lo que llevas soñando que pasara un buen tiempo, ¡te besa! Y no solo te besa sino que lleváis tal calentón que os apartáis a un rincón donde seáis menos vistos y os magreáis de lo lindo (yo solo recuerdo que terminé con la camiseta a la altura de los hombros y con su lengua entre mis tetas) ¿Os habéis imaginado todo y os ponéis en situación?

Pues bien, entre magreo y magreo, cual Cenincienta moderna, caí en la cuenta de la hora que era y de que tenía que ir a recoger a mis padres al aeropuerto porque venían de viaje para pasar las fiestas conmigo. Él me pidió por activa y por pasiva que alargáramos la noche, que fuéramos a desayunar juntos – y eso que yo donde me lo hubiera llevado hubiera sido a la cama. Pero una es una buena hija y sabe establecer prioridades. Entre la noche y la propuesta de desayuno – loca por él como estaba-, ya me veía eligiendo las cortinas del salón y el nombre de los gemelos.

Me metí en el coche con una sonrisa de oreja a oreja pensando en la suerte que tenía, ¡había conseguido al chico! Pero para mi sorpresa, no hubo llamada ni mensaje de domingo. Y llegó el lunes y acudí al trabajo. Allí estaba él, tan simpático como siempre pero… ¡como si no hubiera ocurrido nada! Mientras que a mí la tensión sexual me mataba él parecía no acordarse de nada. Yo no bebí porque tenía que coger el coche pero él si que se tomó algunas copas. ¿Tantas como para no acordarse de nada? ¿Qué se hacía en esos casos? ¿Le preguntaba abiertamente? ¿Le tiraba pullitas?

Durante los siguientes días yo me hacía la encontradiza, pero nada de nada. Él tampoco me rehuía, se mostraba como siempre por lo que la teoría del olvido ganaba puntos. Porque si no, lo normal es que se mostrara distante, ¿no? El caso es que un par de meses después, charlando sobre los planes del fin de semana me dijo que estaba conociendo a una chica y que le iba a proponer ser su pareja (adiós a todas mis esperanzas) Como el buen rollo siempre estaba presente entre nosotros (yo diría que éramos hasta amigos) me armé de valor y le pregunté por aquella noche furtiva, si se acordaba de algo, si estaba borracho, si se había hecho el loco porque se arrepentía… Lo que me contestó me dejó a cuadros: se acordaba perfectamente, lo había hecho conscientemente y no se arrepentía de absolutamente nada porque cuando hacía las cosas era porque quería. ¿Entonces? ¿Por qué no mencionar nada después si hasta le había gustado? Lo hubiera agradecido aunque fuera para saber si había sido puntual y no haberme hecho ilusiones. ¿Fui una tonta enamoradiza?

P.D.: Los nombres de los gemelos y el color de las cortinas me los guardo para mí.