Hace tiempo que me ronda por la cabeza escribiros, supongo que porque me encuentro mal, abatida y en el fondo defraudada.  Quiero contaros mi historia, una de tantas.

Yo siempre he sido gorda, ya desde niña, lo que oía principalmente es “que gorda está” , “deberías ponerla a dieta” y creo que esas frases fueron las que me definieron a lo largo de mi vida.  Así que mi madre, me puso a dieta con un endocrino a la tierna edad de 10 años. Adelgacé, si, pero todas esas frases se convirtieron en mi mochila, en mi forma de valorarme. Soy gorda, y eso está mal.

En el colegio, puedo decir, que no sufrí acoso, solo eso me faltaba, menos mal, pero tampoco era la niña con la que todo el mundo quería estar. ¿Quién quería estar con la gorda? Y así me sentía.  Cuando fue llegando el momento de los “novietes” yo me convertí en la mejor amiga de los chicos, vamos su pañuelo, pero ….nadie se interesó por mí, quizá porque poco a poco fui haciendo un caparazón a mi alrededor para que nadie me lastimara.  Y llegué al instituto y la historia continuó, siempre me sentí observada, …no encajaba en los diferentes lugares y lógicamente tampoco permitía que nadie entrara, “solo amigos”, así no me tenía que preocupar por el rechazo.  Fueron pasando los años y me vi en la universidad, ahí sí puedo decir que tuve amigos, pero solo amigos, yo tampoco permitía más.  Mi caparazón o el muro que construí a mí alrededor cada vez era más inescrutable, más inaccesible.  Siempre estaba alerta para que no pudieran dañarme más de lo que me dañaba yo misma. La verdad es que llegué a creer que yo era así, una persona fría, demasiado fría.  Y decidí volcarme en mi vida profesional, ya que la personal estaba “controlada”, pues vamos a lo profesional, donde yo me sentía más segura.

Y entonces aparece él, el primero que intenta quebrar ese muro.

Le conocí una noche y he de reconocer que no fui, lo que se dice, muy agradable. Me sentía muy muy insegura, así que use el método blindaje (que tan buenos resultados me había dado) y ¿os lo podéis creer? Logró conseguir mi teléfono. Era la primera vez, no me lo podía creer y poco a poco ese muro fue cayendo.  Logré confiar en él, le quise…y fui feliz, pero llegó el momento en el que algo me decía que había otra, no sé…un cambio y tras armarme de valor hable con él. Según él no había nadie más, pero no quería algo serio…creo que supe que me iba a hacer daño y fui yo la que decidí que lo mejor era dejarlo.  Me dolió, sobre todo saber que si había otra y que era quien yo pensaba. Ya veis, gorda y con intuición.  Y en ese momento, tomé una decisión: nadie iba volver a hacerme daño. ¿Cómo conseguirlo? Pues….volviendo a hacer ese muro a mi alrededor. Que fuera un muro grueso, fuerte, robusto…y vaya si lo creé.  Soy toda una arquitecta. Me hice una experta en ocultar lo que sentía.  Veía a mis amigas, primas casarse, formar una familia y yo me decía “no lo necesitas”.  Pero en el fondo, me engañaba vilmente.

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Este periodo duró 8 años,  profesionalmente las cosas me iban cada vez mejor y eso suplía la necesidad de encontrar una pareja. El trabajo me llenaba, en el trabajo era yo. Yo con mayúsculas.

Y nuevamente, sin buscarlo, aparece otra persona en mi vida. Esta persona si intentó romper ese muro y yo le dejé, digamos que no me blindé, pero una vez más cuando todo parecía que iba bien descubro una foto suya con otra mujer.  Vamos que soy un imán. Mi eslogan sería “sal conmigo, conóceme y encontrarás a otra mejor”.  Me dolió, pero no mucho, si soy sincera. Supongo que en el fondo sabía que él no buscaba lo mismo que yo. Así que poco a poco decidí que no podía seguir así, que yo también quería sentirme amada, protegida y cuidada.  No una propiedad de nadie pero si alguien importante para un compañero. Quería tener lo que veía en mis amigas, mi familia, “ilusión”, “felicidad”, “amor” y quién sabe, tal vez una familia. Así que no volví a construir ese muro, no lo derribe pero tampoco lo reparé.

Y por ese trocito de muro más fino, entró el. El hombre que me trae a mal traer. El hombre que me vuelve loca y me hace sentir, ahora mismo muy infeliz. No sé cómo hizo, pero poco a poco fue derribando todos mis miedos, y fue sacando a flote la mujer que soy.  Con él por primera vez en mi vida, fui yo al 100%. Me sentía tan bien que me salía solo disfrutar y no estar alerta (como siempre he estado). Todo iba bien, se preocupaba por mí, me ayudaba, me comprendía y yo me interesaba por sus cosas, hasta que un día aparece la frase “no quiero hacerte daño, al final siempre lo estropeo, ¿pregúntaselo a la última?”.

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Le vi tan agobiado que decidí no forzar más el tema. La historia es que seguimos viéndonos, hablándonos y yo más y más enganchada hasta que entonces empieza a hablar de una mujer. ¡¡¡Dios, otra vez no!!!, ¿pero qué me pasa?, ¿Por qué siempre la misma historia?, ¿Por qué? Y le pregunto y su respuesta me mata “es una tía con la que estoy medio liado”. En ese momento pensé morir y volvieron a saltar todas mis dudas y miedos que se resumen en “Yo nunca soy suficiente”.

Han pasado 9 meses y sigue con ella, pero a la vez sigue preocupado por mí y siempre está (virtualmente) cuando le necesito, me ayuda, me apoya…pero está con ella. Y eso me mata poco a poco.  En el fondo…me gustaría pensar que siente algo por mí, pero también creo que solo me mantiene en la recámara. No sé. Lo que sí sé es que estoy muy muy muy dolida y no soy capaz de pasar página. No puedo recuperarme. No sé dejarle ir.

¿Entendéis ahora el título? Siempre soy una estación de parada, pero nunca una estación de destino. Pero, ¿sabéis que os digo? Aunque duela, aunque ahora lo esté pasando mal, no voy a volver a negarme a sentir, porque sé que esto es una piedra más en el camino, y como siempre ¡¡podemos salir adelante!!! Y quiero ¡¡¡QUIERO!!! Sentir todo lo que la vida me depare.

Firmado:  NENI