Esta Semana Santa se alinearon los astros y todas las amigas coincidimos en la ciudad. Eso significaba algo: fiesta hasta que el cuerpo aguantase.

Tras unos cuantos copazos y chupitos, acabamos bailando a gatas en el bar en el que curra un amigo. El caso es que entre tanta canción de moderneo, atisbe a un tío que me puso el coño a bailar sevillanas.

Estatura normal, cuerpo normal, cara normal, un tío normal, pero os prometo que tenía algo en la mirada que me puso perraca como no me habían puesto en mi vida. Cuando estaba a punto de ir a pedirle que me enhebrase la aguja, empezó a acercarse hacia mí. No es de extrañar, porque llevaba veinte minutos mirándole como una cosa boba.

Me dijo su nombre, le dije el mío, se me olvidó su nombre y empezamos a enrollarnos como animales. Era como si yo estuviese ciega (aunque ciega iba un rato) y su cuerpo estuviese en braille, porque le toqué hasta las pestañas. Como ir al ginecólogo a que me buscase bultos en las tetas, pero con el puntillo porno que da el alcohol y la oscuridad de un bar cutre.

Vi que mi amigo me estaba poniendo cara de “mira niña, deja de mancillar las paredes de mi puto bar y vete a follar a un parque como hacemos todos”, así que le propuse ir a dar un paseo.

Problema A: yo estaba en mi ciudad a pasar las vacaciones porque vivo fuera. Es decir, allí no tengo casa propia y que mis padres me escuchasen chuscar no era algo que me erotizase especialmente.

Problema B: el estaba en la misma situación.

Solución: tengo la costumbre de llevarme las llaves del coche por si me da un ramalazo y no bebo, y mi mejor amiga me pide que le acerque a su casa (ya que vivo en el centro y ella vive en el quinto coño).

‒ Oye mira, que yo casa no tengo, pero la parte de atrás de mi coche es muy cómoda.

‒ Pues vamos.

Teniendo en cuenta que iba como Las Grecas y que además tenía un calentón del quince, no era plan de ponerme a mover el coche hacia un lugar más recóndito y privado. Tampoco me lo plantee, para que mentir.

Nos metimos en el asiento de atrás, me puse encima de él y empecé a moverme como un yoyó. Estaba siendo un polvazo memorable, cuando de repente alguien empezó a dar golpes en la ventana.

El chico casi se corre del susto y yo no sé como no le corte la polla, porque la parrusa se me cerró la como los bancos por las tardes.

Cuando miro a la ventana veo a un cofrade dando golpes en la ventana.

Un momento… Ese traje me suena. MIERDA…

Efectivamente, era mi padre que volvía de salir en una de las procesiones de la Madrugada.

Menos mal que el capirote le tapaba bastante la visión y que no vio lo que estaba pasando en el coche, porque le dije que solo nos estábamos besando y coló. Eso sí, a mí se me han quitado las ganas de follar en coche para toda la eternidad.