Bueno chicas, espero que estéis preparadas para esta maravilla tan real como la vida misma que me pasó. Jamás la he puesto por escrito y no sé voy a ser capaz de transmitirla como quiero, pero voy a intentarlo.

Yo, sábado noche, motivadísima con mi belleza (mira que estaba preciosa esa noche, colega), mis amigas, Malasaña y unas cuantas cervezas del chino a solo un eulo. Recalco que yo jamás ligo por las noches y de discoteca, soy más de caer en gracia tomando un delicioso café una tarde de invierno, pues bien, esa noche fue mi lucky day.

Él: empotrador precioso, cuatro por cuatro, alto, fuerte, enorme y con unas manos destacablemente grandes (fetiches que tiene una).
Yo: flipando con que existiera un ser como él.

Me ahorro la parte en la que se me acerca a hablarme, a mí se me caen las bragas (gracias a Manuela Malasaña no literalmente) y resulta que es precioso también por dentro. A ver, tampoco os voy a mentir, digamos que era decente, para ser un tiarrón con el que hablas en una discoteca un sábado noche. Dejémoslo en que no era gilipollas.

EL CASO, me lo llevo a casa, alucinando con mi santa suerte y ya sintiendo en lo más profundo de mi ser el pedazo de polvo que me esperaba a la vuelta de la esquina. Lo llevo a mi habitación, como era de esperar me empotra contra la pared (yo ya casi que me corro ahí mismo), me coge en brazos (sí, a mí) me echa sobre la cama, si tira encima, empieza a comerme la maldita boca con un ansia que pa qué queremos más. Me empieza a tirar de la camisa, me la arranca, me saca media teta del sujetador (sí, media teta, el chaval se ve que pensó que quitármelo del todo era too much o algo), me la muerde, se incorpora, me arranca los pantalones y las bragas, yo os juro que no podía más con la vida.

Dámelo todo y aquí y ahora
Dámelo todo y aquí y ahora

Vuelve a subir, me come la boca otra vez y yo ya esperando a que se la sacara para darle que te pego y no, para mi sorpresa se calma. Baja el ritmo y me mira súper intensamente. Ahí yo ya flipo a flipar porque empieza a darme besos y a descender por mi cuerpo poco a poco. Llamadme loca, pero es que yo había dado por supuesto que ese señor era de mete y saca y nada de comer chichis. Mal acostumbrada que está una.

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Cuando lo veo que me quita el sujetador, empieza a darme besos sensuales en las tetas, baja por mi esternón, llega a mi ombligo, levanta la mirada como pidiéndome permiso y sigue bajando YO CREO QUE ME PUTO MUERO DEL GUSTO. Entendedme, iba a ser una comida de coño inesperada.

Pues bien, el tío me abrió de piernas, siguió bajando, puso su cara a dos centímetros de mi santo templo sexual, me miró y me sopló.

SÍ, ME SOPLÓ.

Expulsó aire contra mi clítoris  y ya.
Y YA.
Luego volvió a subir para besarme. ESTUVO CINCO MINUTOS DE CALENTAMIENTO SENSUAL PARA HACERME ‘FU’ EN EL COÑO Y HASTA LUEGO MARICARMEN. A mí se me bajó todo, de hecho me quería bajar yo de la vida.

Y así fue como mi noche de suerte se transformó en un soplo de aire fresco que hizo que mis amigas, dos años después, se sigan riendo de mi, por lo menos, una vez al mes.

María Teresa López

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