Hacía poco que me había quedado soltera y entera (¡quién se lo cree!), pero con muchas ganas de marcha. Venía de esas relaciones que te agotan pero a la vez te empujan con más ganas a conocer a alguien que de verdad se merezca tu tiempo y tus mordiscos.

Unos amigos míos daban una fiesta en su casa, y si una barbacoa y birras frescas no eran suficiente motivación pusieron la guinda cuando mencionaron que el portento de su amigo, José, con el que había coincido anteriormente poco antes de romper con aquel señor y me había proporcionado unas fantasías de esas muy ricas y motivadoras; iba a estar allí.

Os diré la verdad, me pasé toda la semana mojando braga solo de pensar que le iba a ver, aunque me acojonaba bastante entrarle.

Llegado el día, los amigos en común fueron rompiendo el hielo, y nosotros nos metimos en una enganchada de esas que no paras de hablar, que te apasionas tanto y él lo mismo que os quedais ahí los dos rajando sin parar, con birra en mano y el sol dando vida.

En algún momento José, quien era un puto encanto, mencionó a mi amiga Carmen que como ya habían acabado ambos el doctorado, en un mes se marcharía de la ciudad a 500km, para después del verano irse un tanto más lejos. Así que después de la fiesta me dije a mi misma:

– Un mes, tengo solo un mes. Es ahora o nunca. Voy a entrarle.

Así que dicho y hecho, le busqué en Facebook, me motivé a tope con sus fotos, y le mandé un mensaje:

¿ Te gustaría tomar algún día una cerve por el barrio?

Y claro, la respuesta fue sí; sino aquí acabaría la historia.

drums

 

Llegado el día, fuimos a tomar esa cerve, que fue seguida de otra, un paseo y otro bar. La verdad es que aunque la tarde estaba siendo maravillosa y la conversación de esas que te masajean el cerebro como si de tu clítorix se tratara; llegada la tercera birra me empecé a preguntar: ¿me está colegueando? Porque los espacios no se hacían mas pequeños entre nosotros ni nada parecido que yo hubiera esperado en una cita-CITA. Pero bueno, ahí seguíamos los dos, sin ninguno querer irse.

A la hora propia de, él me propuso ir a cenar algo, y yo de nuevo pensé, ¿me está colegueando? porque esto cada vez es más confuso. En fín, que fuimos, cenamos, él pagó y se ofreció a acompañarme a casa, todo un gentlemen. Entonces llegó el momento de las llaves, ya sabéis, ese momento en el que las sacas del bolso y las mareas en las manos esperando que pase ese beso que tu has estado pidiendo con la mirada toda la tarde, pero en lugar de eso me abrazó. Me abrazó mucho. De esos abrazos que después de 3 segundos empiezas a preguntarte: ¿aquí que está pasando? y lo que estaba pasando es que empezó a besarme el cuello suavemente y poco a poco más intenso y más cerca de mi boca, hasta que al final nos las comimos con desesperación.

Ya os podéis imaginar lo que tardé en usar las llaves que aún tenía en la mano para abrir la puerta y llevarlo directo a mi cuarto. En milésimas de segundo nuestra ropa estaba en el suelo y nuestras manos estaban conociendo lo que tanto habían imaginado. Después de una cosa, fue la otra, y por fin me empotró. Me empotró duro y rico y yo lo estaba gozando todo mucho, y él otro tanto hasta que vi su cara. Pero, ¿¡¡ a este hombre qué le pasa???! ¿¿Por qué pone cara de estar giñando?? ¿¿Me estoy frungiendo a Millán de Martes y 13 uy no me había dado cuenta??

Dios, os lo juro, y no exagero una mijita; no paraba de hacer gestos raros en cada empujón. Aquella cara era un mix entre el señor de Martes y 13 y Jim Carrey.

Tal que así.
Tal que así.

Para que quede bien claro, estas eran mis vistas.

LO JURO.
LO JURO.

Así que decidí comer techo, hacer el perrito, conocido en mi pueblo como las 20 uñas; la vaquera invertida, y cualquier otra parecida en la que yo estuviera mirando a Cuenca o donde fuera que su cara no pillara por medio.

Lo mejor de todo es que follaba como Dios, y pulsaba todos mis botones en el momento justo.

Sumado a todo su gesticulación que solo Picasso podría haber imaginado, empezó a emitir ciertos «gemidos» siendo su último lo más parecido al sonido un león marino en época de apareamiento o cualquier otro bicho digno de estudio de National Geographic.

Si, el tío perfecto, bello como un dios griego, con un intelecto de pasarela, y un saber-follar que se va la olla, tenía pues, esa cosilla…. Y por una «minucia» así una no se pierde el mejor sexo oral EVER ni unos polvos de escándalo.

 

GymHater