Verano. Ya tenía Tinder pero estaba cansada de los tíos que me salían en esa app. Hablé con mi amiga y me dijo que probase con Badoo, que ahí muchas veces habían joyas, y así lo hice. Entre todos los mensajes desagradables hubo uno de un chico bastante majo, empezamos a hablar de música y a las 2 horas ya me pidió una cita; pero una que tiene la agenda animada le comentó que hasta el día siguiente no podía, y él no podía hasta la semana siguiente así que seguimos hablando de música y de nuestras cosas.

La cita llega y yo voy sin pretensiones, el tipo me gusta pero no como para meterlo en mi cama, así que voy a la cita sin depilar y con las primeras bragas que encuentro.

Al verle me quedo muy sorprendida, es 5000 veces más guapo que en las fotos (debe ser el único en su especie que es mejor en persona que en las fotos de Instagram) y alto hasta decir basta. Entramos al socorro de un aire acondicionado y nos entregamos a la cerveza y la buena música de un pub que conozco.

La conversación es bastante guay, tenemos piques y me advierte de que ha quedado después con un amigo para cenar. Interpreto que no le he gustado y me siento más cómoda, decido divertirme y pasar un rato agradable. 5 cervezas más tarde vuelvo a verle guapísimo, tiene una boca de escándalo y unas manos que hacen 5 de la mía, él nota que le miro más de lo normal y sonríe. Me dice que se le ha cancelado el plan con el colega y que podemos seguir tomando algo si me apetece.

No sé cómo pasa pero acabamos en un rincón del pub liándonos como adolescentes y decidiendo dónde ir después. Cae un bareto más tranquilo, con sofás y con luz ténue, nos sentamos en un sofá y me dice que me ponga encima suyo. Lo hago y me quedo sin coño porque tiene aquello más duro que una roca y no me lo esperaba. Alucino porque al mirar me veo un paquete del tamaño de un bus turístico y hasta me da por pensar si no se le habrá metido el móvil o el monedero y lo estoy confundiendo.

Seguimos a lo nuestro, decido poner fin a mis dudas y meterle mano. Bajo la mano al bulto del pantalón y lo que yo creí un móvil resulta ser un pollón del tamaño de Japón. Me pongo muy nerviosa porque nunca he estado con algo así y ahora solo quiero llegar a casa a desenvolver mi regalo de Reyes. Me hace un gesto de irnos, nos vamos, y acabamos en mi piso. Le advierto que está un poco desordenado porque tuve una fiesta el día anterior y no me ha dado tiempo a recoger nada, pero él es tan mono que me dice que no me preocupe porque lo único que quiere ver es mi chochamen en 3D.

Cuando nos desnudamos y le vi aquello recé a todos los dioses que me conozco para conseguir meterme semejante cacharro sin sufrir, pero los dioses me conocen porque soy una atea de mierda y me castigaron. Intenté hacerle una chupadita loca y no conseguí nada de nada. Ni poniendo la boca de Alien Predator pude con aquel pollón y él me subió encima suyo para acabar con mi agonía. Imagino que el chaval creyó que por el coño me entraría lo más grande (por aquello de que nos salen cabezas de bebé), pero cuando ya estaba gritando de dolor me di cuenta que no había metido ni un cuarto de polla. Quise hacerle una paja, pero tengo manos de hobbit y al intentar hacérselo con las dos manos empecé a partirme el culo porque en vez de una paja parecía que estaba haciendo fuego.

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Nos rendimos y nos quedamos dormidos, tristes y dormidos. A la mañana siguiente me comió el coño como un campeón y pillamos lubricante, me metió una buena follada pero yo ya no daba más de mí y el pobre no pudo ni acabar. Fue al baño, volvió a la cama, se quedó un rato dormido y al mediodía le dije que tenía cosas que hacer porque la situación me parecía rarísima. Volvió a ir al baño y me cagué en él al escucharle dejar caer la tapa de golpe. Se despidió, me dio un beso y me dijo que me llamaría. Sí, claro.

Fui al baño, mee y me di cuenta que estaba todo fatal de la fiesta, así que me puse a limpiar todo.

Ay amigas, AY AMIGAS, cuando levanté la tapa del wc lo que encontré.

Encontré la respuesta al por qué había dejado caer la tapa del wc. Imagino que fue del puto asco de ver que estaba toda la tapa llena de mierda de diarrea. Sí queridas, alguien en mi fiesta había cagado lo más grande y me dejó con todo el sorpresón. Y yo, pensando que no iba a tener visitas, me fui de mi casa tan pichi y dejé que un tío entrase al baño, levantase la tapa y pensase que soy una cagona cochina.

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¿Sabéis cuando se os congela la sangre y el resto de vuestro ser? Pues eso fue lo que me pasó al imaginarme al señor pollón entrando a mear y levantar la tapa.

En dos segundos estaba llamando a mi amiga diciéndole que no podía volver a ver más a ese señor porque VAYA PUTA VERGÜENZA. Ella no lo entendió y me dijo que tonta sería si no le llamaba. Y tonta fui, porque no le volví a llamar en la vida pensando que pensaba que me había cagado lo más grande.

La cagona que no cagó.