Ya he enviado varios follodramas, pero el otro día charlando con amigas recordé este y nos meábamos de la risa.

Conocí a un yogurín en Tinder, en una época en la que yo solo quería darle alegrías a mi coño y poco más. Me daba igual la edad y en líneas generales, mientras me pareciera que estaba rico, todo OC.

Era el típico que iba de rollo skater, con su pelito largo y sus ojos claros. Si me dices que formaba parte de una boyband te creo. Tenía 22 años y yo pasaba los 30.

Quedamos a tomar algo un día de semana. No teníamos muchos gustos en común y la diferencia de edad se notaba en la conversación, así que decidimos darnos a la bebida para obviar el pequeño detalle de que no habíamos quedado para hablar, sino para FOLLAR.

Cuatro cervezas más tarde me empezó a parecer interesantísimo, y en un momento que dejamos de besarnos le propuse ir a mi casa. Al fin y al cabo yo ya vivía sola y el señor todavía con sus padres.

Llegamos a mi dulce hogar y me desnudó de forma torpe pero entrañable. Cuando llegó mi turno recuerdo que asumí que la iba a tener pequeña. No sé, sería por esa cara de crío que tenía que di por hecho que iba a tener un gusanito. Cuando le bajé los calzoncillos me llegó la mandíbula al suelo. Tenía la picha más larga que he visto en mi vida.

De hecho, la bauticé ante mis amigas como la ‘picha bufandera’, porque con aquella manguera podría abrigarse la garganta en los días de frío.

Empecé a darle lametazos a la bufanda. El chaval parecía gozarlo, sin embargo aquello no se levantaba, al menos no del todo. Pasado un rato me di cuenta de que aquello por más que hiciera no se iba a levantar más. Era muy larga, pero también bastante estrecha, así que entendí que era físicamente imposible que se mantuviera tieso. Un poco como los palos de espuma de piscina que usa mi madre para hacer gimnasia. 

El caso es que si una picha es larga como un día sin pan, pero DELGADA, pues no sientes gran cosa. Solo puede meterte la punta y yo hice la lista de la compra mentalmente hasta que se corrió.

Ni se dignó a bajar al pilón. Se quedó un rato contándome batallitas. Recuerdo que me dijo que era la primera vez que estaba con una ‘diosa de talla grande’ y me dio las gracias por haberle abierto los ojos del verdadero placer. Le dije que estupendo, pero que estaba cansada y podía irse con su bufanda a otra parte.

Así fue. Nunca volvimos a hablar, pero su picha bufandera seguirá por siempre en mi memoria para recordarme que más larga NO siempre es bien.

 

Fattie Bradshaw