La carne llama. Mucho. Esa es la conclusión que se saca de una de mis citas más memorables ever por los motivos equivocados. Sip, la carne llama sobre todo después de una sequía de esas que tenemos cuando nos sentimos horribles. Tras meses de bajona de amor propio por sentirme una elefanta, me puse Tinder en el móvil. Por primera vez. Mala idea, pensaréis. Pues no, en realidad me vine arribísima al ver que me entraban bastantes muchachos. Mi perfil era muy transparente; se veía claramente quién era yo por fuera y algunos detalles del «por dentro». Cual fue mi sorpresa que descubrí que el origen de mi conflicto moral estaría en el «por dentro».

Antecedentes rápidos: soy lo que muchas personas categorizarían como «muy friki». Me gusta mucho el cine, las series, el manganime, los videojuegos, el cómic, etc. Me muevo por ese mundillo e incluso trabajo en él como analista de guiones y del mercado audiovisual.
 
Flashforward a mi persona, sentada en la terraza de un bar esperando a que apareciese una de mis citas de Tinder. Cuando llega, la primera impresión es buena: guapete y educado. Empezamos a hablar y parece agradable. Era piloto de helicópteros lo que no-me-preguntéis-por-qué de repente hizo que ganase puntos. Los 31 no es mala edad para descubrir que una tiene pilotofilia ¯\_(ツ)_/¯.
 
Todo son risas hasta que mencionas de casualidad nosequé película porque viene al caso y de repente tu cita dice: ODIO EL CINE.
Paremos aquí. Rebobinemos cinco segundos y revivamos la escena como la viví yo. El mundo de repente se volvió oscuro, gris. Una tristeza profunda atravesó mi corazón. Miré a mi alrededor no fuera a ser que un Dementor estuviera en la mesa de al lado tomándose una caña. Sentí frío. El mundo se ralentizó y, a cámara lenta y con eco de las profundidades oí a mi cita decir:
 
ODIO EL CINE.
OOOOOOOODIOOO EEEL CINNNNEEE
Efectivamente. El muchacho que tenía frente a mí odiaba el cine. Odiaba la ficción en general. Ni libros, ni series, ni películas, ni nada de eso. «Una chorrada», «una pérdida de tiempo», «pero si nada es de verdad por qué me va a interesar». Tuve que aguantar un monólogo de cinco minutos en el que el chico me explicaba, con bastante condescendencia, como todo eso de la narrativa y la ficción era una tontería como una catedral.
Yo no daba crédito ni débito. Ni siquiera contrareembolso. Era un insulto a mi forma de vida. A mi ser. 
Seguro que algunx pensará que no es para tanto pero hija, todas tenemos nuestras líneas.
 
CORTE A.
Yo pispa levantándome de la cama con un piloto desnudo a mi lado.
Aparentemente mis líneas no son demasiado consistentes. Al fin y al cabo, no es que quisera casarme con él, precisamente. Y que me quiten lo bailao, porque el meneo con el piloto fue bastante apañado.
 
Me lo hizo DE CINE.

Por: @adriii