Despecho y Adoptauntío, combinación perfecta para risas aseguradas. Me descargué la app después de una ruptura muy jodida que me dejó con la moral por los suelos, así que decidí que la mejor manera de que se me pasaran las penas era que alguien me rellenase como un pavo en navidad.
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Conocí a un montón de especímenes pero hay uno especialmente que se lleva la palma y que siempre recordaré en el corazón. Valga decir de antemano que a mí me encantan los tíos un poco excéntricos, con halo de misterio, de estos que parece que se les haya muerto un gatito en los brazos, de los que leen a Schopenhauer. Los raritosdecojones, vaya. Pero mi mente no estaba preparado para aquello.
Me fijé en un rarito especialmente buenorro: alto, delgado, piel pálida, nariz aguileña y ojos verdes. Nos dimos los teléfonos el mismo día y a los 2 o 3 ya lo estaba invitando a mi casa (no sin antes poner en sobreaviso a mis amigos, váyase que el rarito fuese un psicópata con más ganas de sangre que de sexo). Me asomé por la ventana cuando me avisó de que ya había llegado y allí que lo vi bajándose de la moto como a cámara lenta, acercándose al portal… Pican al timbre, abro la puerta toda ansiosa y ahí estaba él (o eso intuí, puesto que no se había quitado todavía el casco). Me quedo un poco loker, pero finalment se lo quita, lo invito a pasar y le comento que me estoy haciendo la comida y que si le apetece algo. Ay amigas… Ahora viene lo bueno.
Primero me dice que no, que él solamente come 2 veces al día y que hasta dentro de unas horas no le toca (como si fuese un puto gremlin o un tamagochi) pero que no pasa nada, que yo haga la mía. Me pongo a cocinar, él entra en la cocina y se apoya contra la pared. Sigo a lo mío y a la que me giro está el tío agazapado en un rincón con las manos en la cara. Le pregunto qué le pasa y me dice que las luces de mi cocina le hacen daño en los ojos. Hago una profunda inspiración y pienso “Ay madre dónde me he metido, espero que al menos me folle fuerte y flojo”.
mejejeje
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Decido hacer caso omiso de las señales obvias de que el tío estaba como una chota y entre una cosa y otra acabamos metiéndonos mano (recordemos que el tío estaba de toma pan y moja). Lo llevo para mi habitación y ahí empieza la fiesta. El tío era una auténtica máquina sexual. Y digo máquina porque no emitía ni el más mínimo gemido. NADA. Si no fuese porque parpadeaba de vez en cuando, cualquiera podría haber dicho que estaba muerto mientras que yo estaba ahí cabalgándole como Sheena la princesa guerrera.
De repente empieza a acelerar el ritmo, me coge de la cabeza, me la acerca contra su cara y pienso: ¡Por fin! El tío se ha despertado de su letargo y ahora empezará la mandanga. Pongo mi cara de perra total en plan “venga, vamos a follar como Dios manda”, me mira de forma penetrante a los ojos y me dice con cara pícara: “Llámame Batman”.
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Me quedo paralizada, me empiezo a reír pero veo que él no. Que va en serio. Que el muy puto loco quiere que le llame Batman a medio polvo. Tardo unos segundos en procesar su demanda hasta que finalmente, por una cuestión de instinto de supervivencia, articulo un: Ehm…Uhm… Fóllame Batman? El tío me dice un: “Mmmmm, nena, me encanta”, empieza a gemir de repente, pone una cara rara, se corre, se echa a un lado y sanseacabó.
Lo último que sé de él es que tiene un canal de youtube donde dice que las mujeres somos todas unas locas del coño.

El joker

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