Era un sábado espléndido. Hacía buen tiempo, el sol brillaba y tras una semana de perros, yo había terminado todos los exámenes y tareas acumuladas. Aquella mañana me levanté tras media hora de estiramientos y despatarre generalizado en la cama (¡cómo la había echado de menos con tanto curro!), desayuné y  eché la primera horita haciendo zapping en pijama en el sofá de la casa que comparto con mis padres.

Cerca de la mitad de la mañana (serían las 11 y media, porque ya tenía el gusanillo del almuerzo…) mis padres me dieron la alegría del año diciéndome ¡que se iban de casa para hacer -diossabequé- recados!. ¡¡HALLELUJAH, HERMANAS!!

Se me abrió el cielo… y he de decir que las piernas también. Porque mira, tanto estrés y sin novio ni posibilidades cercanas… Pues yo me merecía mi homenaje, ¡claro que sí!.

Me hice la sentida mientras otras partes de mi cuerpo se convertían en agua pensando en lo bien que me lo iba a pasar yo solita y conmigo misma, y me despedí de ellos.

¡Tiempo me faltó para cerrar la puerta e irme corriendo a mi habitación! Ay, mira, abrí el cajón de las bragas con más ilusión que un niño abre sus regalos en Navidad… y allí estaba él, mi fantástico vibrador con tantas funciones y cositas que sólo le faltaba hacerme el gazpacho y la cama…

Era un momento especial, joder, así que me puse musiquita, preparé aceite, lubricante con aroma a fresa, me desnudé… y me di lo mío. ¡Ay, si supiesen tocarme así me duraban más los novios, mira!

Total, que yo estaba en mi momento álgido, con mi amigo metido entre mis piernas, llegando, llegando a puntito de caramelo y…

-¡Hola, guapa! ¿Cómo est… AAAAAH!!!

¡¡¿ALGUIEN SABE POR QUÉ COJONES MI ABUELA TIENE LA LLAVE DE NUESTRA CASA?!! PORQUE YO NO.

Se abrió la puerta, me vio, gritó, grité, me asusté y… como acto reflejo le lancé lo primero que tuve «a mano».

what

Así es, chicas… Le di a mi abuela un dildazo en la cara.

Jamás he visto volar a un boomerang con la intensidad con la que aquello lo hizo, de verdad. Desde el punto de vista artístico fue hasta bonito… Pero desde el lógico… pues no tanto.

Avergonzada, no me quedó otra que llevarla corriendo a urgencias, donde no mediamos ni media palabra. A los médicos, como a mis padres, les contamos que la pobre se tropezó con un escalón al salir de casa. «Es bastante habitual…».

Creo que incluso vi pasar a la monja de Juego de Tronos de fondo diciendo «¡¡VERGÜENZA, VERGÜENZA!!»

shame

Huelga decir que desde ese día no he vuelto a dejar la casa sin echar la llave 5 veces antes de hacer nada y que aquí estoy sin salir de fiesta, ahorrando para mi querida abuela, la cual me chantajea con contarlo si no le regalo el mismo amiguito con el que «su nieta se lo pasaba tan bien».

En fin, ahora solo espero que a mi abuela le guste la versión turbo de mi consolador, porque el mío han dejado de fabricarlo.

Anónimo