Testimonio de Mayca:

Me desperté descansada aquella mañana, por una vez mis gemelas de cuatro años no habían interrumpido mi sueño en toda la noche.
Miré a mi marido descansando a mi lado y mis manos escaparon hacia su entrepierna. Pensé: ¡bendita erección matutina, habrá que aprovecharla!. Así que le desperté con besos y caricias. Pronto los pijamas volaron en todas direcciones y seguimos explorando nuestros cuerpos con las manos y con la boca bajo las mantas ya que hacía mucho frío aquella mañana. Tras los preliminares me penetró dulcemente y los dos nos abandonamos a las sensaciones olvidando todo lo demás. Hasta que de pronto oímos una vocecita diciendo: -¿a qué estáis jugando? yo también quiero jugar.- Mi hija había entrado silenciosamente en la habitación y se había metido en la cama con nosotros.
Tras esto nos costó unos días volver a tener intimidad sin miedo a ser sorprendidos. Por suerte, los niños lo olvidan todo muy rápido e interpretan las cosas con la inocencia propia de su edad.

Quien más, quien menos, todos hemos pasado por una experiencia sexual que nos ha traumatizado de por vida (os sorprendieron sus padres, su tatuaje te impidió concentrarte, el lugar no fue especialmente idílico, tenía filias raras e inesperadas…).
¡Folladrama!
¡Exorciza tu polvo más desastroso! ¡Ríete (por no llorar) de aquel «Follodrama»! :

Escríbenos a info@weloversize utilizando como asunto: «Follodrama» contándonos de manera anónima (o no), la experiencia sexual que peor te haya tocado la patata. ¡Cuantos más detalles, mejor!
Cuéntanos tu follodrama con independencia de tu género, orientación sexual, signo zodiacal y el tipo de relación que mantuviste (individual o acompañado/a de un número indeterminado de personas). Follodramatizarlo es cuanto menos, una manera elegante de contar a los cuatros vientos que aquello fue un desastre.

Cada semana elegiremos un testimonio de todos los que nos enviéis, y Ana Belén Rivero lo garabateará.
¡Queremos conocer tu Follodrama!