Alguna vez os habéis parado a pensar en esa gente que tiene mil historias sexuales súper divertidas cuando vosotras no pasáis del misionero? Yo era así, envidiando a las chicas que escribían follodramas porque por lo menos ellas tenían algo que contar… Pero ayyyy amigas, ahora he probado la verdadera y amarga realidad del sexo “divertido”, y casi que prefiero el misionero que encontrarme con semejantes personajes.

En marzo me enteré de que mi marido (sí, marido con bodorrio de por medio, planes de futuro, a punto de hipotecarnos y buscando un bebé que por suerte no llegó) me estaba poniendo los cuernos con una de mis antiguas amigas del pueblo. Gente infiel que me esté leyendo… Los cuernos siempre se pillan. Mejor sed sinceros, acabad con la relación y dejad que vuestra pareja sea feliz con alguien que de verdad merezca su tiempo y su cariño.

No quiero enrollarme mucho, pero buscando una foto de la boda en el ordenador me encontré con un álbum llamado “contabilidad julio 2017” lleno de fotos de una tía a la que no se le veía la cara, pero sí un bonito tatuaje que, casualidades de la vida, era el mismo que el de la susodicha amiga del pueblo. Tras las excusas iniciales rollo “noooo… si esto me lo ha pasado un amigo”, “noooo… si son fotos viejas”, confesó. Cogí su Macbook de 1500 euros y lo tiré por la ventana. Está fatal, lo sé, pero no me arrepiento.

Tras muchas botellas de Yllera y el apoyo incondicional de mis amigas y mi familia, conseguí superarlo. Me di cuenta de que ese capullo no se merecía ni una lágrima más mía, así que me entró el gusanillo de conocer gente, concretamente tíos (a poder ser tíos buenos).

Mis plegarias fueron escuchadas porque de repente mi amiga se acordó de un amigo de su novio que era perfecto para mí. Según ella era alto, guapo, con trabajo, limpio y con pinta de empotrador, así que nos organizó una cita a ciegas en una cervecería que acababan de abrir.

Debo reconocer que cuando le vi en persona confirmé todo lo que me había contado mi amiga. Efectivamente, era alto, guapo, con pinta de limpio y cara de empotrador, además tenia un trabajo muy interesante y buena conversación. Como veis, todo era perfecto… Hasta que me invitó a su casa y yo acepté.

Después de una relación de 8 años, yo estaba un poco perdida sobre las novedades sexuales. No sé hacer sexting y el Tinder es como el programa informático de la NASA para mí, pero por muy desfasada que esté, lo que este tío me pidió no me pareció ni medio normal.

Yo estaba follándomelo a lo bestia, encima de él dándolo todo cuando de repente me soltó “tía, tía, para”. Pensé que le había hecho daño o algo así que me quité rápidamente, pero soltó la bomba. Veo como sequita el condón y dice…

“Trae un vaso, me corro ahí y te lo bebes.”

WHAT THE FUCK. Es que encima ni preguntó, que le habría dicho que no pero por lo menos habría sido un gesto bonito de educación. Vino con exigencias, rollo “si cuela cuela y sino me la pela”.

Me quedé a cuadros como un mantel y le dije que no, que no me iba, que yo soy mas de beberme la leche del tetrabrickPues el muchacho se indigno muchísimo, me llamó cerrada de mente y estrecha y me echó de su casa.

¿Alguna vez os han pedido que os bebáis la lefa de un vaso o soy yo, que he tenido la suerte de dar con el tío más rarito del mundo?

Autora: intolerante a la lactosa