Es una larga historia, pero para no enrollarme en los detalles empezaré diciendo que por aquel entonces yo era residente de primer año en un hospital de Madrid. Todo bonito, todo perfecto. Era una etapa maravillosa porque estaba dedicandome a lo que realmente me gustaba y había conocido a un chico perfecto en Tinder: Juan. 

Juan era informático y vivíamos cerquita, lo que me venía de perlas porque no tenía mucho tiempo. Entre guardia y guardia quedabamos y le dabamos al mambo a tope. Después empezamos a encoñarnos, o eso creía, pero con la excusa de que el sexo era brutal siempre quedabamos en mi casa o en la suya para darle al follisqueo. Si salíamos, que era muy raro, era para ir a algún concierto que estaba lejísimos de nuestra zona o para ir al cine, y él siempre llegaba tarde. Ahora lo entiendo, no quería que nos viesen haciendo cola juntos. Además, cuando estabamos en público no me besaba ni me daba la mano… Raro, raro, raro.

Yo pensaba que él era tímido, así que no le di mucha importancia. Además como no eramos novios no me quise comer mucho la cabeza.

Total, que estaba yo un buen día trabajando en el hospital, concretamente rotando en obstetricia, cuando llegó una mujer embarazadísima a punto de parir. Como era un parto podálico (o lo que es lo mismo, que el niño venía de culo), le pedí a la matrona si me dejaba asistir el parto con ella. Me dijo que sí y yo encantada de la vida.

La chica era un encanto, hablamos de la vida, de la maternidad, del trabajo, de la conciliación y del amor. Ella estaba saliendo con un chico informático llamado Juan,

Lo cierto es que tengo mucha suerte… Mi chico, Juan, me apoya muchísimo en todo esto. Acaba de empezar a trabajar en una empresa como informático y está un poquito estresado, así que súmale a eso el estrés del niño. Igual se me tira por la ventana cuando nazca jajajaja.

Aunque me quedé un poquito flipada por la casualidad de que su churri y el mío se llamasen Juan y fuesen informáticos los dos, no le di importancia. Juan es un nombre muy común y anda que no hay informáticos en Madrid.

Total, que la muchacha estaba dilatando más y más y su chico no llegaba.

El padre de ella: Bueno, a este ritmo igual Juan se pierde la comunión del niño.

La madre de ella: Calla anda, que vas a poner más nerviosa a la niña.

Ella: Mirad, mirad, ahí viene. 

Y cuando me giré por pura curiosidad vi que su Juan era mi Juan. No os imagináis la cara que se me quedó. Me quedé paralizada, sin saber cómo coño actuar. Al parecer él no tuvo ese problema, porque fingió perfectamente no conocerme. Os juro que el cabrón era tan buen actor que por un momento pensé «hostia a ver si no va a ser mi Juan», pero lo era, vaya que si lo era.

Cuando salí de la sala él me siguió y me dijo que lo sentía, que por favor no le dijese nada a ella, que él esperaba que el parto fuese en otro hospital para que yo no me enterase. Muy romántico todo, oigan. También me dijo que la relación iba fatal y que habían tenido el niño para ver si la cosa mejoraba y otras excusas horribles más. Yo me limitaba a asentir sin decir absolutamente nada. ¿Qué podía hacer? ¿Montarle un pollo en mi lugar de trabajo? Le dije que volviese a la habitación como si no le conociese de nada. Después asistí el parto de su novia y nació un bebé precioso pero con los genes de un cabrón.

No le dije nada a ella porque no quería poner en riesgo mi trabajo ni arruinar uno de los días más importantes de su vida. Me callé y guardé el secreto hasta hoy. Tal vez ya no están juntos, tal vez esta historia hizo que Juan se diese cuenta de que amaba a su chica sobre todas las cosas, tal vez ahora le esté poniendo los cuernos con otra. Sea como sea yo preferí y sigo prefiriendo no saber nada. 

 

Anónimo