Parece mentira que tenga que venir a WeLoversize a explicarlo, pero lo cierto es que a mis 34 la gente me sigue mirando extrañada cuando me voy de la lengua y cuento mis aventuras y desventuras sexuales abiertamente. Podría ser que me rodeo de gente recatada que sencillamente se escandaliza por todo, pero no es el caso. Mis amigas hablan de pollas como de ir a la frutería a por peras y a ellas nadie las mira con los ojos como platos. Es a mi y solo a mi a la que observan con la mandíbula desencajada cuando cuenta que ayer durmió en la casa de un vikingo desbocado, y esto es porque voy en silla de ruedas.

Odio la compasión que habitualmente implica esto de la vida sobre ruedas, sobre todo si la persona que no camina es joven como yo. Odio las miradas y los cuchicheos de ‘pobrecita’ y que la gente de por hecho que por ir en silla no hago una vida normal. Sé que hay lesiones que no lo permiten, pero cada caso es un mundo y yo tengo orgasmos como cualquier hijo de vecino y me gusta follar cosa loca… ¡y no siempre con el mismo!

Salgo de fiesta casi todos los fines de semana, a veces ligo y a veces no. No es fácil pillar cacho ni para mis amigas sin discapacidad, así que tampoco lo es para mi, pero digamos que no hay especial diferencia entre ellas y yo. Sí es cierto que antiguamente, cuando no me quería nada y creía que la silla era un impedimento para ser feliz, me costaba más relacionarme con la gente. Yo le echaba la culpa a los demás pero ahora me doy cuenta de que gran parte de los rechazos que recibía eran en respuesta a una mala actitud y mi cara de perro constante. Ahora he aprendido a verle el lado bueno y  me gusta tomármelo con humor, y es que ir en silla tiene hasta cosas buenas…. ¡puedo beber sin miedo a perder el equilibro! ;)

El caso es que en 2018 todavía hay gente que piensa que una discapacidad de este tipo convierte a la peña en asexual o en un bicho raro al cual nadie quiere acercarse, mucho menos meterle pinga. Y no digo que no existan todavía muchos prejuicios al respecto (los hay, rediós que si los hay) y que no haya personas que huyan al vernos como si la silla fuera a morderles (desgraciadamente también las hay), pero yo me propuse llevar una vida lo más normal posible y eso es lo que hago. Con mis follamigos, mis polvos de una noche, mi perfil en Tinder y mi colección de rechazos y relaciones fallidas. Vamos, el historial de cualquier chica de mi edad.

También me he topado con un sinfín de situaciones graciosas con chicos que no sabían cómo tratarme, cómo moverse y alguno que hasta tenía miedo a romperme. Pero eso ya da para otro artículo…

Soy sincera con la gente que conozco online y excepto algún maleducado, todos reaccionan con naturalidad. He llegado a dar calabazas a algún que otro galán, y es que los que vamos en silla también rechazamos a la gente y no nos quedamos con la primera persona que se compadece de nosotros… ¡sorpresa! Quizás no tengamos la misma movilidad que la mayoría, pero sí tenemos los mismos sentimientos, el mismo sentido del humor y ganas de acumular experiencias. Sí, mi pepitilla siente, dejadla disfrutar. 

Lady Wheelchair