Todo esto que vas a leer es una pequeña parte de lo que pienso desde hace ya unos meses, pero que no soy capaz de decirte.

Desde la primera conversación que tuvimos sabía que había algo especial en ti. No sabía que era, sólo sabía que quería seguir conociéndote, descubriendo a ese chico tan único que había aparecido en mi vida de la forma menos única posible. Al principio parecíamos una pareja de las antiguas, ¿recuerdas? Escribiéndonos largas cartas electrónicas a través de una aplicación, contándonos nuestras vidas, hablando de todo y de nada a la vez. Líneas y líneas infinitas de palabras que transmitían ganas, interés, emoción… Por ambos lados.

Esas ganas siguieron, y como debe pasar, quedamos. Y todo fue igual (o más) maravilloso que antes. Aunque no me creyeras, yo estaba tan nerviosa que temblaba (como me ha pasado cada una de las veces que nos vemos desde entonces). Consigues que mi tranquilidad aparente se evapore, que note un nudo en el estómago que no se afloja hasta que te veo esperarme en la esquina de siempre. Sonriendo, siendo tan espléndido como sólo tú eres. Y sonrío, respiro, y me olvido de todo. Desde ese momento sólo puedo pensar en ti, en nosotros, en lo que somos cuando estamos juntos. Y las horas hablando sin parar parecen segundos a tu lado.

Me gustaría decirte, como pienso tantas veces, lo maravilloso, increíble y único que eres. Que te demostraría cada segundo que me encantas, que eres alguien que, desde el momento en el que entraste en mi vida (y qué bien que te pusiste en medio), decidiste demostrarme que eras especial, y vaya si lo eres. Eres una caja llena de sorpresas, la persona más optimista que he conocido en mucho tiempo. Eres quién cree en mí, quién hace que por momentos olvide mis inseguridades y me valore un poco más. Quién aparece en el momento menos esperado, sólo para sacarme una sonrisa. Quién me propone cada día un plan distinto, quién quiere acompañarme a descubrir nuevos sitios. Quién me lía hasta las tantas de la mañana hablando, quien siempre me incluye en sus planes. Quién ilumina mi vida últimamente, porque realmente, eres luz… Luz que va llenando cada espacio hueco que se va encontrando.

Sé que nos hacemos mejores el uno al otro, y nunca me había pasado nada parecido. Sé que disfruto cada segundo que paso contigo. Sé que cuando nos despedimos y marcho hacia mi casa, ya tengo ganas de verte de nuevo. Y lo peor de todo esto es que creo que tú también lo sabes y sientes lo mismo. Y, sin embargo, aquí estamos los dos, yo escribiéndote lo que no me atrevo a decirte en persona, lo que tú tampoco has tenido el valor de hacer en todo este tiempo.

Que yo correría hacia ti cada vez que te veo aparecer siempre tan estupendo, siempre sonriente. Que me abalanzaría a tus brazos, que me envolvería entre ellos y no saldría de allí nunca. Que te daría ese beso que lleva meses en la sala de espera, impaciente por que le llegue su turno y lo deje salir.

Pero mis miedos e inseguridades hacen que me replantee todos los “y si…”, y me recuerdan que, igual que yo no soy capaz de lanzarme, tú tampoco. ¿Y si no te gusto tanto? ¿Y si sólo quieres una gran amiga? ¿Y si me vuelvo a pillar de alguien que se va al tiempo (y vuelve, porque siempre vuelven, cuando menos te lo esperas) y vuelvo a pasarlo mal?

Pero… ¿Y si me callo y te pierdo? ¿Y si te cansas de mi aparente indiferencia y te vas? ¿Y si me canso yo de que tú tampoco hagas nada por evitar que me canse y me vaya? ¿Y si somos idiotas y nos perdemos en nuestra indecisión?

Porque hemos entrado en un bucle del que ya no sé cómo salir. Yo buscando señales tuyas que me den la fuerza que me falta para olvidar mis miedos y dejarme llevar, y tú empeñado en ser increíblemente maravilloso pero también demasiado indescifrable, en demostrarme mil veces que te importo pero no dejarme ni un hilo del que tirar para llegar hasta ti. Porque yo ya te llevo dentro, hasta la raíz… Pero me da miedo la enormidad de todo esto… Y, a la vez, siento nuestra fragilidad, y veo que si no hago algo, seguiremos así eternamente. Porque esta vez no soy yo sólo la niña de las dudas infinitas. Esta vez somos dos, dos raparigos de las dudas infinitas que esperamos a que el otro dé el primer paso que no nos atrevemos a dar nosotros mismos.

Pero, ante todo, y sea cual sea tu reacción cuando descubras todo esto, quiero decirte que si lo hago es porque me importas. Quiero aclararte que no siento que estemos perdiendo el tiempo, porque adoro conocerte poco a poco, descubrir cada día cosas nuevas, sorprenderte con mis historias y construir otras nuevas a tu lado. Pero creo que podríamos aprovecharlo mucho más si nos quitáramos las capas de miedo que nos envuelven y nos dejásemos llevar (que suena demasiado bien). Y, por último, hago todo esto porque una vez, hace ya un tiempo, me diste un consejo que me encantaría seguir siempre: “nunca te arrepientas de no hacer algo”. Y yo llevo meses haciéndolo, así que creo que ya es hora de vivir, dejarme llevar…Y, si me tengo que arrepentir, que sea de haber hecho lo que quería, y no de no ser capaz de intentarlo.

* Mamihlapinatapai: “Una mirada entre dos personas, cada una de las cuales espera que la otra comience una acción que ambas desean pero que ninguna se anima a iniciar”

La niña de las dudas infinitas