Antes de nada os pido que por favor no me juzguéis. O al menos no lo hagáis muy a la ligera. No vengo aquí pidiendo la palmadita en la espalda, ni tan siquiera comprensión. Solo necesito desahogarme y poner en palabras lo que he vivido estos últimos años. La locura que me ha acompañado, los errores que he cometido y el resultado de esta vorágine que no me ha dejado pensar con claridad hasta hace poco.

Siempre le quise mucho más que él a mi. Fue algo tan obvio desde el principio que todavía no entiendo como caí y mantuve viva esa relación durante tantísimo tiempo. Me enamoré como una tonta a las pocas semanas de conocernos. Era tan guapo, tan divertido, tan soñador. No puedo decir que me engañase porque desde el principio me dijo que no se le daban bien las relaciones estables. Yo le ignoré y me creí capaz de cambiarle. Pensé que si me volcaba en él y le entregaba toda mi energía, él acabaría cayendo sin remedio a mis pies.

Por supuesto, ese fue mi primer gran error. No solo no se enamoró como yo había planeado, sino que fui yo la que involucrándome de esa manera me obsesioné con la relación y con que esta nunca acabase. Si él dejaba caer que nunca había ido al Bernabeu, yo le compraba entradas para un partido. Si él comentaba en una conversación con amigos lo mucho que le gustaba la comida japonesa, yo me iba corriendo al japo y le llevaba a su casa todo preparado para que cenase conmigo.

Él no rechazaba ninguno de mis presentes, se dejaba querer y aceptaba todas mis invitaciones. Eso sí, jamás proponía vernos ni tenía detalles conmigo. Se limitaba a dejarse hacer sin quejarse, y así sentamos (o senté) las bases de una relación en la que yo aportaba todo y él recibía con una sonrisa.

Pasaron los meses y debió de cansarse de mi excesiva atención, así que empezó a rechazar mis propuestas, primero con excusas poco creíbles, y luego directamente diciéndome que prefería salir con sus amigos. Seguíamos viéndonos de vez en cuando y él hacía lo justo para que yo sintiera que seguíamos juntos, que era mi pareja.

Sé que llegado este punto debería haberle dicho algo o haber cortado la relación directamente, pero no pude. Estaba locamente enamorada de él y que me dedicase una tarde a la semana me hacía mantener la esperanza de que quizás aún no era tarde para que todo cambiase, para que él cambiase.

Intenté todo para llamar su atención pero nada funcionó. Estaba empezando a desesperarme cuando un día manteniendo relaciones se rompió el condón. Le pedí que me acompañase a la farmacia para pedir la píldora del día después pero me dijo que estaba muy cansado, que ya si eso la comprase yo de camino a casa que me daba el dinero.

De camino a la farmacia se me pasó de todo por la cabeza y al final pensé que si él no se había dignado ni a acompañarme, era yo la que podía decidir sobre mi cuerpo y mi futuro. Así que no me la tomé, me arriesgué, y a las pocas semanas comprobé que estaba embarazada.

He de reconocer que mi primera reacción fue de miedo, pero poco a poco fue derivando de nuevo hacia la esperanza. Creo que estaba tan enganchada a esta persona que cualquier atisbo de luz al final del túnel me mantenía en un estado de locura transitoria en el que realmente pensaba que las cosas podrían salir bien. Que se lo diría, que él se alegraría y que por fin tendría un motivo para estar ilusionado y dedicarme la atención que yo merecía.

No solo no fue así sino que cuando vio que yo quería seguir adelante con el embarazo, se desentendió hasta el punto de bloquearme de todas partes y desapareció del mapa. Lloré tantísimo durante tanto tiempo que apenas disfruté de la gestación de mi bebé y no os podéis imaginar lo que me arrepiento.

No de haber seguido adelante, mi hija es lo mejor de mi vida, sino de haber desperdiciado tantísimo tiempo tratando de retener a alguien que nunca me quiso. De haber tomado decisiones tan importantes como la de tener un bebé cegada por la obsesión. Si algo he aprendido es que el amor que no se puede exigir, al igual que la atención.

Ya ha pasado un tiempo, ya veo todo con otros ojos. Ni mi niña ni yo le necesitamos, nos basta con el amor que nos damos la una a la otra y que recibimos de la gente que nos quiere de verdad. Me quedo con todo lo que he aprendido, y que del error más grande de mi vida tengo ahora una vida nueva que no cambio por nada.

Anónimo.