Un viaje. A Roma. Gratis.

¿Mola eh? Yo desde luego lo quería, y por eso hice algo que nunca antes había hecho: asistir a un speed dating. Si no sabéis lo que es, tranquilos, yo tampoco lo sabía hasta que me vi metida en el ajo.

Resulta que un día estaba navegando (o cotilleando) por Facebook cuando vi que una conocida marca de restauración lanzaba un concurso en el que si te seleccionaban podrías acudir a un “speed dating” y ganar un viaje. Pensé: “oye, que guay, un viaje, por apuntarme no pasa nada, si no creo que me cojan”. Bien, pues me tocó, que no el viaje, ojalá, sino la plaza en el evento mencionado y con ello, el acceso al viaje. Lo mejor era que me dejaban llevar amigos, que daban la cena (y las cervezas) gratis y que había regalos.

Entonces, el panorama era el siguiente: se me presentaba una tarde con amigos, haciendo algo diferente y pasando un buen rato a la vez que se podía conocer nuevas amistades, con bebida y comida incluidas, regalos y además, la oportunidad de ganar un viaje a Roma. Y todo gratis, claro. Sonaba bien ¿no? PUES NO. La cosa no terminó siendo como esperaba.

Para empezar y al contrario de lo que me imaginaba, no fue fácil conseguir compañía para ir, de hecho, no conseguí que viniera nadie conmigo. “Me da vergüenza”, “No puedo, trabajo”, “Yo iría, pero no estaría bien por tal y tal…” fueron algunas de las respuestas que tuve ante la invitación. Dada la situación y la temática del susodicho evento, una persona cuerda (o cobarde) pensaría: “Bueno, pues como no viene nadie, yo tampoco” pero como estamos hablando de mí, que cosas como estas no me paran y de vez en cuando me dan ataques de valentía (o de locura) allí me presenté, sola.

Llego y lo primero que veo son las mesas dispuestas y decoradas con ambientes románticos para acoger a las almas solitarias que en breve llegarían al local con la esperanza de encontrar a su alma gemela o por lo menos, algo que se le parezca.

La gente (variada y para todos los gustos) fue llegando y el intercambio de conocimiento empezó. Bien, si a estas alturas todavía no sabéis lo que es un speed dating, os diré que se trata de una “reunión social” en la que se dan cita hombres y mujeres de edades similares para conocerse, todos entre todos, en rondas de tres minutos.  Admito que al cuarto de hora de llegar ya me había dado cuenta del despropósito que era eso. Poca gente buscaba el amor y mucha el viaje (me salió competencia).

Speed Dating
Speed Dating

Y con todo, allí estábamos, unas veinte personas postureando. Oye, que no digo yo que alguien no fuera allí a enamorarse, pero me da a mí que la inmensa mayoría más que amor, buscaba cerveza gratis, comida gratis, el viaje, o todo a la vez. Que no pasa nada, es algo lógico, pero tampoco neguemos lo evidente. En mi caso admito que el viaje me cegó (y luego lo hicieron las cervezas).

Así que nada, allí estábamos las chicas, cada una sentada en una mesa, esperando a que empezara la pasarela, porque en realidad consistía en eso. Tú te sientas, esperas, y  se van sentando enfrente diferentes chicos, de uno en uno, con los que tienes tres minutos para hablar. Al pasar el tiempo te avisan con un relojito y todo. También te dan un papel en el que apuntar tus impresiones por si se te olvidan, porque claro, mucha información junta en poco tiempo. A mí ahora me preguntan y no me acuerdo ni lo que me dijeron. ¡Ah! y al principio te ponen una pegatina para que escribas tu nombre y un número, para que todo sea más ordenadito.

Bueno,  pues luego el viaje se lo llevaba la pareja más compatible (era un viaje doble para cada uno o sea, que si te tocaba no había necesidad de irse con él/ella, tú te ibas por tu cuenta con quien quisieras y ya si te había molado el muchacho/la muchacha ya era cuestión de ponerse de acuerdo para cuadrar horarios y fechas). Así que hice un esfuerzo por ser compatible con alguien (difícil cuando no había ni rastro de compatibilidad, ni tampoco ganas de tenerla, para que nos vamos a engañar) y esperé a ver si la fortuna me sonreía y me permitía volver a la ciudad eterna.

¿Me tocó el viaje?

¿Me fui con las manos vacías?

¿Salí con novio?

¿Me emborraché y acabé bailando sobre la mesa?

Bien, pues todo a la vez. ¿O no?

Estábamos en el punto en el que las citas habían pasado, habíamos escrito las personas con las que supuestamente habíamos sentido compatibilidad y el “jurado” estaba “decidiendo” a los afortunados.

Bien, pues mientras esperábamos la decisión (uf, qué nervios, apréciese la ironía) nos dejaron un rato para interactuar entre nosotros. Y aquí, tampoco hace falta entrar en detalles, simplemente, y para curarme en salud, diré aquello de: “Había de todo, como en botica”. Pero vamos, que igual me daba, yo lo que quería era que se resolviera ya la cosa (y no era la única me parece) y dijeran a quién narices le había tocado el viaje.

Después de no sé cuántas conversaciones inútiles y forzadas, por fin el comité desveló la incógnita y atención, en vez de decir quién había ganado, empezaron a enumerar parejas que “habían sido compatibles”, que a falta de una, fueron seis o siete nada menos y por supuesto… adivina adivinanza… yo no estaba entre ellas. JODER. Ya no me tocaba el viaje.

2011-02-21-Speed-Dating-Returns

Pero atentos, porque los finalistas tenían que dar un discurso de por qué se merecían el viaje, en conjunto claro. Pero a ver, señores, ¿qué posibles razones van a existir entre dos personas que han hablado tres minutos? Ay, ay…

Menos mal que no salí finalista porque si tengo que dar yo el discurso… mi negativa a la hora de hacerlo hubiera sido épica. Que a una le gusta viajar pero no tanto. Así dejé la jarra de cerveza vacía en la mesa, cogí mi tacita (que eran “los regalos” que nos iban a dar), y sin viaje y sin haber conocido al amor de mi vida (menos mal) me encaminé de vuelta al nido.

Y una vez vivido esto… pues bueno, no me arrepiento de haber ido porque hubiera sido peor el quedarse con la incertidumbre de que hubiera pasado y además, una experiencia conocida más, que nunca viene mal. Además reconozco que lo que es el evento en sí estuvo bien, era buena iniciativa hombre, y dentro de todo al final unas risas (y una cena gratis) sí que me eché, pero también digo que sólo repetiría si hubiera otro viaje de por medio, si fuera con compañía o si fuera pero en calidad de coordinadora, es decir, no como sujeto de cita, sino como personal trabajador de este tipo de cosas porque vamos, tiene que molar un cacho.

Eva R.