La verdad, cumplir los 33 años parecía que no sólo le sentó fatal a Jesucristo, sino a mi también: Y es que a esta edad tenía yo mi vida casi totalmente organizadita y planeadita, hasta tal punto que en la cena-celebración de mi cumpleaños ya les había yo dicho a mis amigos: «¡Chicos! Si este año me renuevan en el trabajo y me hacen indefinida, le digo a mi novio que nos dejemos de precauciones y nos preñemos!». Y claro como el agua lo tenía, que se lo decía y que a él le iba a parecer una idea maravillosa.

Y es que ¿Qué sorpresa me podía llevar yo que lo tenía todo calculado después de dos año medio de relación, un año y medio viviendo juntos y perfectamente compenetrados? Familias y amigos presentados, invitaciones a eventos en común, declaración en Facebook de que teníamos una relación y para colmo una suegra que me adoraba. Si es que aquí mi ex-pichoncito hasta me planchaba la ropa ¡¿Qué más le podía pedir yo a la vida, que odio la plancha lo mismo que el Joker a Batman?!

Pues ¿Sabéis eso de que cuando crees que tienes todas las respuestas viene el Universo y te cambia todas las preguntas? Pues tal cual. Llegó un día ese con el que iba yo a procrear y a envejecer, hizo las maletas y se fue.

¿Y ahora qué se hace? Pues ahora te jodes, le insultas mucho, muchísimo, que eso es la mar de terapéutico, lloras, berreas, pataleas, sales, entras, te vuelves una montaña rusa, un día arriba y otro abajo, pero bien abajo, cuanto más mejor. Hasta que piensas que te has vuelto bipolar. Pero no, que no cunda el pánico: Esto, amigos, se llama «estoy en plena vorágine de mi duelo» porque que te dejen es una gran mierda, sobre todo cuando tú ni te enteras ni lo veías venir, pero TODO PASA y vamos a convertir esa gran mierda en la gran bendición de tu vida:

-Haz el duelo, pero hazlo a lo bestia. Nada de lloro un rato y llamo a mi amiga y me saque a tomar algo y no pensar en ello: ERROOOOOOORRRR!!! Todo lo que sientas lo sacas y nada de reprimir. Si lo haces todo de una vez eso que te ahorras, porque lo que no saques en forma de lágrimas, gritos, insultos o lo que sea hoy para hacerte la fuerte, eso que va salir tarde o temprano y el duelo se alarga.

-Nada de «estoy bien». Es mentira: estás jodidal y tienes todo el derecho. Dilo, que verás que sienta lo mismo que una cerveza bien fría en pleno agosto. Es que nos han vendido la pantomima esa de que tenemos que ser fuertes y positivos y no llorar, que está mal y no enfadarnos que está mucho peor. Y no nos dejan, ni nos dejamos sentir lo que sentimos. Pero ¿Qué tipo de broma es esta? Señores: iba yo a decirle a mi futuro esposo que qué le parecía que procreáramos, cuando él venía a preguntarme que dónde estaba su gadget favorito para correr, que era lo que le faltaba para cerrar la maleta y largarse. Así, que sí, estoy mal, pero que muy mal y es correcto sentir odio, pena, tristeza o lo que te dé la gana y que venga el Padre Santo de Roma a decirme lo contrario, que me lo llevo de cañas y le explico.

Ya no planeo mi vida y si planeo algo y no sale: NO PASA NADA. Por dos razones: porque creo que todo lo que me pasa es por alguna razón, incluso si no lo entiendo y porque igual que la vida me dio la vuelta a mí un día, yo le doy la vuelta a ella ahora porque eso que era lo peor que me podía pasar se convirtió en el gran favor de mi vida.

Ya no dependo de estar con alguien para ser más feliz. Soy feliz independientemente de si tengo pareja o no, porque gracias a este proceso de duelo he aprendido a requetefliparme a mi misma, mi vida, mi gente.

Entonces llega ese momento en que se hace la luz, que sales del agujero, resucitas, resurges modo Ave Fénix y lo ves, lo sabes, lo entiendes: ESE TÍO NO ERA PARA TI por un millón de razones que no eras capaz de ver cuando estabas con él.

Y es que apenas sin darte cuenta en este tiempo de tanto dolor te redescubres a ti misma y ahora sabes lo que te gusta y lo que no y lo que quieres y lo que no y si ahora se te plantara un tío como tu ex a mamonearte sabes que no le querrías ni para echar un medio polvo. Eres más sabia, más exigente, más segura, más TÚ y eso, hazme caso, es la HOSTIA.

Y esta es la magia de la vida, queridos, que ha convertido esa gran mierda que sentías en la gran bendición de que ese tío te dejara y por la que podrás estar eternamente agradecida. Amén.