Soy María Esclapez, más conocida como Señorita Blume por estos mundos virtuales, y si eres una persona con la mente cerrada y cuadriculada, para ti esto va a ser Jackass. Si no, sigue leyendo, porque tengo muchas cosas que contarte.

A veces me pregunto si el comportamiento sexual monógamo típico de Occidente, es el “correcto”, el “natural” o el “normal”, hasta que una cosa lleva a la otra y termino escribiendo un post sobre mis propios debates mentales.

¿Qué significa “normal”? ¿Qué tiene nuestra cultura que no tengan las demás? ¿Mami, que será lo que tiene el negro?

Venga, voy a ponerme seria, que tengo que tratar asuntos importantes.

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La palabra normal viene de norma o lo que es lo mismo, la regla que debemos seguir o a la que se deben ajustar las conductas, tareas, actividades, etc. Es por ello que todo lo considerado normal se refiere a que, por su naturaleza, forma o magnitud, se ajusta a ciertas normas fijadas de antemano.

Mirad qué dicen los autores Ryan y Jethá en su libro “En el principio era el Sexo” (2012, p. 242):

Preguntar si nuestra especie es por naturaleza pacífica o guerrera, generosa o posesiva, celosa o practicante del amor libre, es como preguntar si el H2O es por naturaleza sólido, líquido o gaseoso. La única respuesta sensata es: depende”.

Por lo que, TACHÁN, preguntar si una cosa u otra es “lo normal” pierde todo su sentido cuando descubrimos que todo puede llegar a ser “normal” dependiendo del marco cultural e histórico en donde se desarrolle y que por ende, puede haber tantas formas de expresión sexual como personas, gustos y opiniones.

Pero yo estoy enfadada. Y ahora veréis que mis enfados son mi motivación para no callar.

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Me he cabreado con el concepto de “normal” en Occidente, en el que se incluye que lo “políticamente correcto” sean las relaciones heterosexuales dentro de una pareja monógama y practicante de relaciones sexuales enfocadas a la reproducción. Y no me digáis que “¡Eso ya no es así!” porque sí es así. Lamentablemente todavía siguen siendo diferentes y estando en el punto de mira las personas que no cumplen estos requisitos. Y si tras pensar en argumentos para refutar éste mismo seguís pensando igual, es el momento de deciros que vivís en el mundo de Yupi. Hemos avanzado un poco sí (al ritmo de un caracol), pero todavía queda mucho por hacer.

Durante muchos años e incluyendo el cambio evidente del concepto de la erótica, las sociedades en general han delimitado nuestras prácticas sexuales en torno a lo que está bien o lo que está mal, creando estereotipos y falsas creencias, como por ejemplo, la pérdida de la virginidad. Ser una mujer virgen en Occidente era y es: ser una mujer con el himen intacto, blanca, pura, inocente, o Leticia Sabater. ¿Sabíais que hay mundo más allá de Occidente? Hay culturas que no saben qué es ser virgen porque no tienen ninguna palabra que defina a una persona que todavía no ha mantenido relaciones sexuales. Pero aquí sí la tenemos porque somos muy completos. O muy diferentes. O muy gilipollas, todavía no me he decidido.

Ya está bien de tanta tontería, que la manera de vivir una sexualidad plena y satisfactoria se desarrolla de forma autónoma, no en conjunto con personas que se dejaron parte del cerebro en la Edad Media.

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Ya que todos somos personas sexuadas desde que nacemos hasta que morimos, la manera que tenga cada uno de vivir su sexualidad es propia e intransferible. Vivir con libertad y naturalidad esta parte de nosotros es lo que caracteriza a la especie humana, por lo que las presiones y el encasillamientos que acaban derivando de estas creencias influyen de manera negativa en todos nosotros, haciendo que ciertas personas se sientan inseguras o infelices, y dando lugar, en la mayoría de los casos, a las conocidas disfunciones sexuales.

Experimentando de forma sana, legal, ética y moral nuestra sexualidad y descartando las prácticas que conlleven delitos y daños físicos o psicológicos, llevaremos a cabo una buena conducta sexual. ¿Por qué cuestionar entonces tu comportamiento erótico? ¿Tu Pepito Grillo se resiste? Creo que tienes que hablar seriamente contigo misma.

¿Tu cuerpo pertenece a una sociedad de borregos o te pertenece a ti misma?

Mi vagina es mía, no de la sociedad.

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