Después de escribir eso, no pensaré más en ti.
Porque te he olvidado.
Lo creas o no.
Aunque sigas siendo una constante en mi vida que me recuerda cada cierto tiempo que el mundo, para bien o para mal, es un pañuelo (y nosotros mocos).
Aunque las redes sociales sigan recordándome que existes y que una vez fuimos inseparables.
Aunque sigas tratando de ser más amigo de mis amigos que yo. Los amigos de verdad te han visto venir. Los otros han resultado no ser tan de fiar y me has acabado haciendo un favor.
Te he olvidado aunque sé que has intentado cortar los caminos que me iban a ayudar a crecer. He crecido por otras sendas que desconocía gracias a las piedras que has puesto a mi paso.
Te he olvidado aunque me hayas hecho acarrear con culpas que no eran mías. Eso me ha enseñado que tengo que entender si he sido yo la que ha hecho algo mal y cómo arreglarlo antes de lanzarle mi culpabilidad a otro.
Te he olvidado porque por fin me veo bien en el espejo y sólo busco mi aprobación. Sobre todo desde que ya no tengo a nadie juzgando abiertamente si como demasiadas patatas fritas o si tengo que ir más al gimnasio porque “me veo hinchada”.
Te he olvidado porque ya no es como antes. Ya no os tengo a ti y a tus puñaladas todo el día en la mente. Ahora tengo que acordarme de acordarme de ti. Y, a menudo, se me olvida hacerlo.
Supongo que al final hasta podría darte las gracias. Porque siento que ahora soy una persona mejor, más completa, más auténtica. Todo gracias a ti. A todo lo que me hiciste perder. A todo lo que tuve que recuperar. A todo lo que vi que tenía que desechar.
Tu excusa siempre fue que te sentías demasiado mal como para intentar hacer las cosas bien. Yo podría haber hecho lo mismo, pero decidí ser más fuerte que mi dolor. Espero que algún día tú consigas acumular toda la fuerza que requiere y por fin dejes de estar siempre al acecho porque tiene que ser cansado vivir así.
Olvídate y descansa de todo.
Yo ya lo he hecho.
