A ti, que no necesitas formalizar una relación ante nadie que no seáis vosotros mismos. Que te sobran los papeles, los anillos, las iglesias y los metros de cola del vestido. A vosotros que no dependéis de la oficialidad porque vuestro amor no lleva firma, ni etiqueta y quizás ni siquiera tenga fecha, ni de inicio ni de final.

A ti, querida mía, que el menú nupcial lo sirves sobre la cama, mañana, tarde y noche en una relación «todo incluido«. Donde os coméis con la mirada, con las manos, con la boca, con el cuerpo y nunca haces reserva anticipada. Vivís al día y en vuestra carta no hay lugar para cancelaciones, todo se sirve caliente, al punto y recién hecho en el momento menos previsto.

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A ti, que el vestido más favorecedor lo guardas entre las sábanas y el esmoquin lo sustituyes por esos vaqueros desgastados con los que subir su calle para veros, aunque no te espere. Te sobran hasta los tacones de firma cuando le ves aparecer, al otro lado del pasillo mirándote mientras tu padre le aprueba con un gesto de cabeza que sólo tú entenderías.

A ti, que no guardas nada viejo, ni prestado, ni azul, ni nuevo exclusivamente para un día de tu vida. Te bastan sus ojos que, aunque no sean viejos, parecen haber estado esperándote siglos. Su camiseta favorita, que se la robas para dormir cada vez que se da la vuelta y que da la casualidad que es azul, como el bolso nuevo que estrenabas el día que os conocisteis.

Barney y Robin admitiendo que son pareja

A ti, que careces de arras porque vosotros sois de compartir gastos y los ramos de flores los cambiaste por la promesa de plantar un árbol cuando publicases tu primer libro. Porque lo harás y lo leerá en alto, sin invitados para aprobar tus palabras y sin champán, que en vuestra segunda cita ya dejasteis claro que erais más de cerveza.

A ti, que el sí quiero te gustaría darlo con el café cada día y sí, también quieres azúcar que ya la quemaréis después. A ti, que quieres poder besarlo sin ceremonias de por medio, en la entrada, en el medio y a la salida de cualquier edificio público. A vosotros, que vuestras ganas son más fuertes que cualquier diamante, no temáis en decirlo: perdona pero quiero arrejuntarme contigo.