Te despertarás un día y ella no estará.

Mirarás confuso a tu alrededor.

Vacía la cama, vacío el armario, vacío el corazón.

Parpadearás durante un par de segundos como queriendo salir de un mal sueño y abrirás de nuevo los ojos, buscando su cuerpo, buscando su aliento, buscando eso que te falta pero que no sabes exactamente qué es.

Pero ella no está.

Pasarás las yemas de los dedos por la almohada, la cual jurarás y perjurarás que estaba caliente, que seguía oliendo a su perfume favorito, ese que siempre decías que olía fatal.

Pero ella seguirá sin estar.

Te levantarás, medio dormido, medio despierto, buscando casi por intuición su risa en los pasillos, en los rellanos, en el hueco de la escalera, entre las páginas de su libro favorito, aquel que  siempre te pidió que leyeras y que tú nunca quisiste escuchar.

pero su risa no estará.

Te darás cuenta de que tampoco estarán sus CD favoritos, ni sus llaves colgadas en la puerta, ni las fotografías de vuestras primeras vacaciones juntos.

Abrirás todos los cajones y tirarás al suelo el contenido, desesperado, frenético, ansioso,  buscando cualquier indicio que demuestre que ella estuvo aquí, que fue real.

Pero no encontrarás nada.

Y sentirás frío. Ausencia. En lo más profundo del pecho. Y te dolerá. Te dolerá mucho.

Y recordarás de golpe que un día te despertaste y ella estaba.

Que la almohada estaba caliente, que su olor lo inundaba todo.

Que su cuerpo estaba pegado al tuyo y que su risa sobresalía por los pasillos de la casa. Que su libro favorito estaba tirado de cualquier manera en la mesita del salón, con todas esas frases marcadas con colores, que las estanterías estaban repletas de sus CD favoritos, que sus llaves estaban metidas en su abrigo aunque ella nunca las encontrara y siempre fingiera que se enfadaba. Que las paredes estaban a rebosar de fotos vuestras en Londres, en Bruselas, en Dublín…aunque pensaras que eran demasiadas para tu gusto.

Vendrán a tu mente todos los momentos en los que ella si estaba y la sentirás tan real que seguirás poniendo dos platos en la mesa, dos vasos, dos cubiertos.

Porque un día lo llenó todo. La cama, el armario y el corazón.

Y  volverás a las sábanas, esta vez despierto, pero queriendo estar dormido, porque un día la tuviste en tu vida.