Hay muchas clases de polvos, tantas clases como colores, como flores o como condones de sabores. Muchas, pero yo me quedo con los mágicos ¿Y cuáles son? Esos improvisados, si, esos que te pillan sin el chichi depilado.

Sinceramente, todas esperamos ansiosas esa primera vez, ¡Oh la magia de la primera vez! Y una mierda, no nos engañemos, eso es una mierda como un piano. La primera vez no es digna de recordar, más bien todo lo contrario, entre lo penoso y doloroso solo se me ocurre calificarlo de horroroso.

Hoy estoy un poco poeta, así que no me lo tengáis mucho en cuenta y vamos a la cuestión de este artículo. Yo recuerdo la primera vez, pero cuando lo hago mi pepito grillo se avergüenza e intenta ocultar esos recuerdos en algún rincón de mi cerebro que lleva el cartel de desechable…

Bueno, el caso es que hay muchas primeras veces, y hay una en particular, que recuerdo muy bien, si, supongo que estarás leyéndome, y sí, fue nuestra primera vez…

Os pongo en situación, resulta que después de varias experiencias más que desastrosas por querer vivir demasiado pronto y demasiado rápido, decidí darme al celibato, y es que pensé ‘bueno quizás si estoy un tiempo sin… pues quizás cuando vuelva a surgir sea especial’ y excepto por un pequeño detalle, el himen, que no crece, lo demás fue…mágico.

Llevaba poco tiempo conociéndolo y me decía a mí misma que no iba a cometer los mismos errores. Tan solo teníamos dieciocho años y yo quería esperar, estar preparada porque para mí él era más…. Sí, más tipo Grey, flores, corazones y todas esas mariconadas. Pero un día, al mes de estar enrollándonos como adolescentes por callejuelas, pasó, me besó, me acarició la nuca y yo me perdí… no podía más y supongo que él tampoco. El caso es que yo no estaba preparada para ese momento, y me refiero a que iba sin depilar, pensé: ¡Mierda! ¿Y ahora? ¿Cómo va a verme con el matojo así?, vamos, no va a querer repetir, me va a dejar, y miles de historias se me pasaron por la cabeza. El caso es que nada más lejos de la realidad, esa noche pasó… me entregué a él, a sus brazos, a su sexo y a sus besos… y sí aunque iba sin depilar, y luego bromeamos con ello como si yo fuese digna para un remake de Scary Movie y ese momento Eduardo Manos Tijeras, la verdad es que fue, mágico. Fue la primera vez que de verdad sentí que estaba entregando lo que yo era a alguien especial, y la única vez que entendí que la primera vez no es aquella en la que te desvirga ese niño con el que compartiste colegio, instituto y los primeros magreos, sino aquella que tiene ese algo especial, ese toque mágico, divertido, sano e improvisado. Esa que aunque te pilla sin el chichi depilado se graba a fuego en tu memoria, tu piel y tu corazón.

Y vivan los polvos: los especiales, los inolvidables, los mágicos, los que perduran en la memoria, los que suman y no los que restan, quedaos con esos, y los otros mandadlos al cajón de desechable, porque aunque formen parte de nosotros, no tienen que definir lo que somos.

Y a ti, mi más, siempre te llevaré grabado a fuego como el primero que marcó un antes y un después en lo que soy, porque tú y yo, a pesar de ahora no ser, fuimos magia.

Mónica Delgado