Cuando se habla de cuernos normalmente se hace desde el lado de la novia, con lo cual siempre se tiende a ver a “la otra” como una sombra malvada que acecha en la oscuridad para robarte a tu amor. Y claro, en esta sociedad, él es un inocente que cae en las garras del mal. Hoy vengo a romper una lanza por todas “las otras”. No voy a justificar la infidelidad (¡¡ni de coña!!), sólo quiero dar la otra versión de la historia, porque del otro lado hay también una persona con sus sentimientos y sus ilusiones, aunque la mayoría lo olvide.

En mi caso al “inocente” le conocí en el trabajo, hablábamos poco pero ya había mucha química por ambas partes. Cuando cambié de oficina decidí que era el momento de dar un paso y le invité a tomar una cerveza. Aceptó y quedamos a los dos días, estaba deseando que nos conociéramos más. Desde el primer momento congeniamos a la perfección y nos hicimos inseparables. Conversaciones hasta la madrugada, mensajes cariñosos, visitas cada día… Estaba claro que la cosa iba bien y yo estaba cada vez más pillada. Al poco tiempo vino el golpe: tenía novia desde hacía meses. Él mismo me lo reconoció. En ese momento no supe muy bien qué hacer pero su insistencia pidiéndome tiempo para valorar todo y sus planes de futuro conmigo me empujaron a que le diese una oportunidad a una historia que, ya en ese momento, perdió todo el sentido.

Pasaron varias semanas y yo estaba loca por él. Era encantador conmigo, me decía que me quería, todo eran halagos, incluso me llegó a contar cosas que no le gustaban de su novia. En ese momento tenía que haberlo visto y haber huido, pero el amor te ciega y te vuelve idiota. Pasaron un par de semanas más y, poco a poco, empezó a distanciarse, a tardar en responder a los mensajes, a no poder quedar tanto… Yo no quería verlo y, aunque me duela reconocerlo, me arrastré e incluso pensé qué tenía que cambiar de mi para solucionarlo (lo sé, una falta de amor propio de manual). Pasé una de las peores temporadas de mi vida, viendo como él se alejaba y volvía a su antojo sin darme una respuesta mientras yo apenas podía dormir ni comer por la incertidumbre, era como una montaña rusa. Por suerte mi autoestima, a la que había amordazado y pisoteado durante semanas, decidió que quería seguir conmigo a pesar de todo y me hizo plantarme.

Por supuesto, como esto no son los mundos Disney donde todo termina bien, él de nuevo hizo alarde de su valor  ocultando todo y siguiendo con su novia como si no hubiera pasado nada. Me ha costado un tiempo recomponerme pero hoy veo las cosas con perspectiva. Lo que al principio eran celos hacia ella, ahora se ha convertido en compasión. Porque seguirá confiando ciegamente en una persona a la que no conoce y porque él le ha negado la posibilidad de saber la verdad y decidir. Porque por mucho que nos odiáramos entre nosotras, al final las dos hemos salido perjudicadas. Y porque la sociedad es tan machista que cuando te engañan eres una tonta, y cuando la engañan contigo eres una puta. Y él…él es sólo un hombre que no ha podido aguantar la tentación o que ha cometido un error y merece el perdón.

Espero que nunca tengáis que pasar por una infidelidad de vuestras parejas pero, si ocurre, mirad bien a quién culpáis y recordad que, al otro lado, hay también una persona que probablemente esté sintiendo algo muy similar a lo que sientes tú.

Perseida