Me apoyé sobre la fría barra de metal del balcón. El aire rozaba mi cuerpo desnudo y sentaba demasiado bien después del día tan sofocante. La luna era mi cómplice esta noche junto al cigarro que sujetaba entre mis dedos. Su mano acaricio mi culo y mi piel reaccionó rápidamente a su contacto. Hacía diez minutos que acabábamos de estar en la cama, pero mi cuerpo necesitaba al suyo otra vez…como tantas y tantas veces…

Sentí como su mano iba dibujando círculos mientras subía lentamente por mi columna vertebral hasta mi pelo. Enganchó un mechón entre sus dedos y tiró levemente creando un jadeo como respuesta. Tiró un poco más para dejar mi cuello visible y depositó un beso. Sentía todo su cuerpo y el calor que emanaba, en mi espalda… y eso, solo hacía que mi cuerpo subiese más de temperatura. Con su lengua empezó a recorrer mi cuello, clavículas, hombro y repetía el proceso una y otra vez…sabía torturarme demasiado bien. Deslizó una de sus manos hacia mi pecho, despacio, recorriendo cada milímetro de piel que se conocía de memoria. Cuando llego al pezón lo sujetó entre sus dedos y pellizcó mientras que, con la otra mano, repetía el mismo proceso. Mi cuerpo se curvó buscando su contacto y mi respiración se agitó de inmediato. Note su lengua directamente en el lóbulo de mi oreja y eso fue suficiente para que otro jadeo brotase de mi garganta. Le necesitaba dentro.

Empezó a bajar lentamente las manos, apretándome cada vez más contra su cuerpo, notaba su erección en mi espalda… con un movimiento rápido, me inclinó aun más contra la barandilla, agarró fuertemente mi cintura y deslizó una mano entre mis muslos. Acarició con fiereza mi clítoris, apretándolo, pinzándolo, despertando cada fibra de mi cuerpo y otorgándome oleadas de placer. Introdujo un dedo en mí, luego dos, moviéndolos deprisa, haciendo círculos, metiéndolos y sacándolos… me temblaban las piernas.

Con sus dedos aun dentro de mí, se arrodilló y me miró a los ojos mientras se mordía el labio. Sabía perfectamente sus intenciones y estaba deseando que ocurriese. Sin dejar de mirarme, fue acercando su boca a mi sexo. Cuando su lengua rozó mi clítoris, arqueé la cadera buscando más y él aceptó rápidamente mi súplica. Empezó a hacer círculos con su lengua mientras que seguía metiendo y sacando sus dedos en mí… a morder, a succionar, a hacer círculos otra vez… Cuando mis rodillas empezaron a temblar porque ya estaba cerca del orgasmo, se levantó y volvió a situarse detrás de mí con la respiración entrecortada y relamiéndose.

Esto va a ser rápido y duro, agárrate fuerte en la barandilla nena– susurró en mi oído mientras colocaba sus manos a cada lado de mi cintura. Abrí las piernas, me incliné un poco más y agarré fuertemente la barandilla como él me había dicho…

Y así fue, con un movimiento, introdujo su erección en mí y de mi garganta  brotó un sonoro gemido. –Tendrás que controlarte un poco si no quieres que se enteren todos los vecinos– volvió a susurrar en mi oído…y fue por primera vez que me di cuenta de que estábamos haciendo esto en un balcón, en mitad del centro de Madrid.

Otra embestida cortó mis pensamientos, mi cuerpo ansiaba cada vez más y ya no me importaba el lugar ni quien pudiese contemplar la escena. Sus movimientos cada vez eran más fuertes y rápidos, mi cuerpo se estremecía y estaba más ceca del orgasmo…hasta que con una ultima embestida los dos llegamos juntos.

Madrid seguía con su ruido y movimiento en las calles…y yo, con la ciudad a mis pies y él abrazado a mi espalda.

Laura Felix