Volvía de una cita que quería que hubiera llegado a más pero no fue así cuando llegó su primer mensaje: «Tienes unos ojos muy bonitos… ¿Puedo chuparte uno?». No pude negarle que fue original y que me hizo reír, así que le seguí el juego. Los dobles sentidos coparon la conversación que, por supuesto, no tardó nada en entrar en un plano puramente sexual sobre las fantasías de cada uno. Coincidimos en que el riesgo de que te puedan pillar metidos en harina nos excitaba a los dos y él tenía una ocasión perfecta…

«Trabajo toda la noche, hasta las 6. ¿Por qué no vienes?», leí en mi pantalla. Aún no había bajado del coche, así que ¿por qué no? Había visto varias fotos y era un chico jovencito realmente guapo. Aunque tiene once años menos que yo no parecía un crío: sabía lo que quería.

Le pregunté qué pasaría si iba y no nos gustábamos, si no había química… No dejaba de tener ese reparo al quedar directamente sin una cita antes. Sugirió que nos viéramos primero a través del cristal: «Si no hay feeling, pues aquí queda todo, te vas y listo. Si hay match, te abro y vemos qué se nos ocurre…».

Acudí con la idea de aprovechar para llenar el depósito y así no habría hecho el viaje en balde… pero valió la pena porque su sonrisa era aún más atractiva en persona. A él, mi vestido y el liguero con lacitos que vio cuando me di una vuelta rápida sobre mí misma le parecieron el mejor santo y seña de la historia.

Antes de entrar, aún jugamos un rato a mirarnos en la distancia mientras hablábamos por Whatsapp e intercambiábamos fotos de esas que no se cuelgan en el perfil. Tuve ganas de mordisquear el volumen de sus bóxers nada más ver la primera que me envió, tantas como tuvo él de lamerme el culo cuando vio su redondez en la pantalla.

Nos dijimos otras muchas cosas que nos gustaría hacernos mutuamente, aunque para la mayoría no era el mejor lugar. Sin embargo, en el baño de la estación, apoyada con los antebrazos sobre la mochila de la taza, me comió el culo como ningún otro amante lo había hecho en mi vida.

Sus dedos recorrieron mi sexo de atrás adelante en varias ocasiones, en línea recta, en círculos… y, cuando consideró oportuno, buscaron paso al interior. Bajé yo entonces la mano hasta el clítoris para asegurar el clímax. Golpeé flojito rítmicamente, haciendo pausas en las que lo sentía latir y pedir más, y luego ya lo presioné sin soltar.

Abrazado a mi muslo, notaba el temblor de mis piernas aunque no pudo percibir las contracciones  de mi vagina al alcanzar el orgasmo. Unos segundos después, con un condón puesto, le sentí entrar dentro de mí, despacio, y disfruté de ese movimiento de entrada que tanto me gusta…

Me avisó de que estaba tan excitado por todos los previos que no tardaría nada en irse… Mis piernas tampoco iban a aguantar mucho más en esa postura, así que no era problema. Aún así, alargó el ritmo lento todo lo posible hasta que le pudo la excitación y aceleró, reduciendo el recorrido hasta vencerse sobre mi espalda.

Al final la noche sí terminó en algo más y prometimos retomar esas fantasías que nos habíamos contado por escrito…

AMANDA LLITERAS