Recibo una llamada desde su despacho, mi jefe, un interesantísimo y joven político, quiere reunirse conmigo para perfilar la línea de la siguiente reunión en la que vamos a participar juntos. Su tono no es cercano, está irascible y desde fuera se le oye algo encendido en sus conversaciones.

Esa mañana todavía no le he visto y estoy nerviosa, me da la sensación de que no tiene muchas ganas de verme. Me cita en 10 minutos, el tiempo suficiente para morirme de angustia o hacerme fuerte. Me dirijo al baño, tengo toda la intención de ser yo la que tome las riendas de la reunión, no estoy dispuesta a que su humor me amedrente, me encanta, me pone muchísimo, hemos tonteado y le he puesto ojitos en alguna ocasión, sí, pero somos dos profesionales compartiendo un proyecto.

Retoco mi maquillaje y me recompongo la ropa, llevo una falda lápiz gris, una camisa blanca con escote en v y unos zapatos de tacón rojo. Mi maquillaje es muy natural, pero decido pintarme los labios de rojo, quiero que sepa que tengo todo bajo control. Antes de salir, decido deshacerme de mis bragas negras de encaje, se que no va a pasar nada, a juzgar por su humor, pero pensar en estar sin ropa interior en una reunión con él me hace sonreír. No voy a la hora que me pide, espero en mi mesa a que me llame, no me apetece obedecerle, sé que eso le va a tensar, pero me da igual.

Recibo la llamada, le noto irritado con mi impuntualidad, pero no corro, me tomo mi tiempo para llegar a su despacho. Paso sin llamar, entiendo que me está esperando. Ahí está, ese semidiós rubio con dorso y brazos fuertes que ha hecho que lleve más de 6 meses soñando con que me empotre contra una pared y me lleve al cielo. No me escucha entrar, sigue al teléfono, uno de sus habituales incendios le tensa la espalda, se pasa constantemente las manos por el pelo y su voz resuena en la sala.

Lleva unos vaqueros ajustados y una camisa blanca, suficiente para que sienta un calor incontrolable en el centro de mi deseo. Despacio, me siento frente a su silla esperando a que termine con la llamada.

De pronto se gira, me mira, y sonríe, sigue tenso pero verme sentada en su despacho le devuelve la sensación de poder que ejerce sobre mí. Se sabe guapo, pero decide recuperar su semblante serio y me pide que repasemos los últimos informes antes de la reunión, tenemos 20 minutos. Su perfume impregna cada rincón del despacho y me siento algo mareada, sé que no llevo las bragas, le he visto absolutamente imponente y sigo con ese calor en mi entrepierna. Intento aclarar mi voz, no quiero que note nada, y a mitad de mi explicación me pide que me acerque a él, quiere que le explique unos datos. Es mi momento, lo sé, rodeo la gran mesa muy segura de mí misma y me coloco a media distancia de él, que me sienta pero que no me toque.

Comienzo a explicar un gráfico y mi escote se abre completamente ante él, que deja de atender a mi explicación para centrarse en mis pechos, solo cubiertos por un ligero sujetador de encaje, yo, sin darme cuenta no dejo de hablar y de dar todo tipo de detalles, mientras él comienza a desatenderme, para centrarse en otros menesteres. Comienza a subir una de sus manos por mis piernas, se recrea en mis muslos y se sorprende al encontrar vía libre hasta mi culo, la ausencia de ropa interior consigue sacarle una sonrisa maliciosa.

Yo intento seguir centrada en mi explicación, nos quedan 15 minutos y no quiero dejar mi brillante explicación a medias, entonces decide introducir dos dedos dentro de mí y siente mi humedad expandirse por su mano. Dejo escapar un gemido de placer que sale desde lo más profundo de mi garganta y de reojo me fijo que su pantalón se abulta y necesita recomponer la postura en la silla, está excitado.

Me giro y le miro, sonriendo le digo que me estás desconcentrando, me guiña un ojo y me atrae hacia él comiéndome la boca desaforadamente.

Me deshago de sus brazos mientras desabrocho los botones de su pantalón y libero su miembro erecto.

Me lo meto en la boca por completo, y siento como su cuerpo entero se tensa y estira las piernas para ampliar tu placer.

Lamo cada centímetro, succiono, chupo, repaso… recoge mi melena entre sus dedos para marcarme el ritmo que necesita, arriba abajo, arriba abajo…

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En un momento me aparta se levanta y me coge en volandas para colocarme encima del escritorio, me sube la falda hasta la cintura y me besa borracho de pasión. Me desabrocha la camisa y deja mi pecho al descubierto, sus dedos y su boca vuelan por mis tetas y yo estoy empapada sobre el informe que vamos a tratar en 10 minutos.

Comienza a follarme con los dedos, busca mi clítoris y me susurra al oído que va a comerme entera, lo que consigue que deje escapar un grito ahogado pensando que va a poseer mi coño con su bocaSe recrea en él hasta que nota que voy a correrme y es entonces cuando me penetra con fuerza consiguiendo que mis ojos se abran de par en par y tenga que aferrarme a su espalda para sincronizar mi cuerpo al ritmo de sus duras embestidas.

Consigue que tenga un orgasmo brutal, que me deja temblando, pero consigo recomponerme y le empujo sobre la silla. Me siento a horcajadas sobre mi jefe, he decidido follarle y que consiga rebajar la tensión de sus hombros a base de movimientos que absorben su polla dentro de mí y me llena entera. Me mete un dedo en la boca, y yo lo chupo como si de su pene se tratara, no espero que esté usando mi boca como lubricante para utilizarlo por detrás.

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De pronto, introduce un dedo dentro de mi justo en el momento en el que aprieto los músculos de mi vagina sobre él para que sienta más presión y tenemos juntos un orgasmo intenso y largo que consigue que se derrame dentro de mi… Exhaustos, y con menos de dos minutos para que entren el resto de integrantes del equipo intentamos recomponernos, sin mirarnos a los ojos.

Ha sido algo brutal, la ensalada de sensaciones que tengo en el estómago hace que me olvide de que ambos estamos casados, ambos somos padres de dos hijos y que es una persona pública…

Madame Bovary