Todo comienza con una pulsación. Primero lenta, suave, como la cadencia de un reloj. Inexorable. Luego la melodía se acelera. La frecuencia de los latidos se vuelve más fuerte, más rápida y voy perdiendo el control. Mi respiración se vuelve pesada y resuena en mis oídos de forma ensordecedora. La palmas me empiezan a sudar y el estómago se me contrae en un nudo que amenaza con asfixiarme por momentos. Se dispara el vértigo y la adrenalina de no saber si saldré de ésta con vida de nuevo.

Y ahí estás tú, en medio del ciclón, como si todo este torbellino que me envuelve sólo me afectara a mi.

Porque ha pasado un año, pero aún así me sigue doliendo tu nombre cuando se atraganta en mis labios. Ha pasado un maldito año pero yo sigo en el mismo jodido punto que la última vez que te fuiste. Como si no pudiera avanzar, como si todo lo que la vida me deparara fuera quedarme allí, aquí, perdida y estancada en el lugar que antes ocupábamos los dos.

Alguien debería haberme advertido. Nos enseñan a no jugar con fuego pero nadie te cuenta los peligros de enamorarte. Porque duele, claro que duele. Y duele mucho más que cualquier quemadura, que cualquier llaga o cicatriz. Porque es verte y sentir que me rompo en mil pedazos, que no importa cuantas veces me diga a mí misma que te he superado, sólo necesito verte para saber que es mentira.

Da igual cuanto me esfuerce, cuanto avance en mis logros profesionales o en mis relaciones personales. Al final del camino siempre estás tú, en forma de pensamiento involuntario, de llanto en el baño de una discoteca a las tres de la mañana porque otro me ha tocado y no se siente como tú. 

Y estoy segura que da igual cuanto tiempo pase. No importa si un año, dos o tres décadas. Te seguiré queriendo. No importa con quién me vaya a dormir cada noche, siempre habrá un segundo antes de dormir en el que desee que seas tú el que se encuentre en el otro lado de la cama. Atrapada en lo que pasó, en lo que fue, en lo que pudo ser. Siempre con miedo de volver a verte, de que me embistas como un tren de carga y me destroces los huesos y aún así, te prometo que pase lo que pase, estés donde estés, voy a quererte toda la vida.

2 comentarios

  1. Gracias a Dios esa esa una promesa que no cumplirás.
    Porque a ver, las heridas siempre dejan marca y habrá veces, aún después de varios más, que te tocarás la herida y aún estará la piel nueva, sensible… y volverá a tu mente pero cada vez más distorsionando, con los bordes menos filosos y dejará de darte miedo su recuerdo. Será cuando empiece a perder consistencia y, aunque hay personas que no desaparecen por completo nunca, sí desaparece el poder que tienen sobre nosotras.

    Y entonces vuelves a respirar ?

    Comentario by Paula T. Suárez on 20 de enero de 2017 at 21:10
  2. Un nudo en la garganta es lo que tengo ahora mismo. Además hoy, que justo hace un año también…

    Comentario by Elisabeth Morales on 23 de enero de 2017 at 13:00

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