No es ningún secreto que soy muy muy golosa, que me iría directa al postre si no fuera porque el primero y el segundo también me gustan. Aun así, cuando alguien me describe un postre, yo lo visualizo, me imagino paladeándolo y salivo. Mucho. Lo mismo me pasa con los hombres: los imagino como un postre.

 

El brownie
Es el postre clásico, el que nunca falla, del que nunca nunca te cansas; el yerno perfecto, con el que siempre aciertas sea cual sea la ocasión. Tiene unos ingredientes fácilmente reconocibles, básicos pero efectivos. Aunque a veces, con esos mismos ingredientes no sale un brownie crujiente, con un interior tierno y lleno de matices, sino un mazacote de chocolate que sí, es dulce… pero no es brownie.

 

El brownie vegano, ecológico y sano… por no llamarle tarta de zanahoria
Lo venden como el brownie auténtico, en su estado más puro pero noo… Si le quitas la grasa, le quitas el azúcar y le cambias el chocolate por algarroba molida, siento decirte que ¡no es lo mismo! Y que se muerdan la lengua esos que dicen que total, sabe igual que el normal… ¡Y una mierda! Pase que respete que seas así (sí, es lo mínimo que debo de hacer, lo sé) pero no trates de convencerme.

 

El merengue
Mira que está bueno, está buenísimo, tan mono, tan dulce… pero aún no has llegado a la tercera cucharada y ya estás harta. Y es que sí, entra por los ojos pero empalaga rápido. Apetece pero solo muy de vez en cuando.

 

La tarta
Nunca engaña: viene en mil formas y texturas diferentes porque en cada casa la hacen de una manera y cada día te apetece una distinta. Unas te gustan más, con su bizcocho, su almíbar, su cobertura… ¡Ay, amor! Otras, en cambio, son más secas, llevan mermelada o, peor, pasas escondidas como minas. Ninguna de ellas sería el postre favorito que comerías siempre.

 

Las galletas de fibra
Ni siquiera lo considero un postre pero, cuando el endocrino nos ha dado una dieta, siempre recurre a las galletas como sustitutas de la bollería en desayunos y meriendas. ¡Anda ya, ni parecido! Muy sanas, vale, con mucha fibra (esto da ganas de cagar, ahí lo dejo) pero, reconozcámoslo, sosas como ellas solas. Puedes tomarlas una vez, incluso dos por aquello de las segundas oportunidades pero para tomarlas cada mañana hay que ser de una pasta concreta.

 

Los helados
Como decía aquella vieja campaña publicitaria: Helado, todo el año pero siempre en pequeñas dosis. Fresco y dulce, nada de inventos de esos de lentejas, pimentón o chorizo que acaban repitiendo. En invierno se disfruta en el sofá, bajo la manta y con una peli de fondo. En verano, polo de hielo para combatir el caloret. La clave está en chupar lo suficientemente rápido como para que no te gotee encima: todo un arte. XD

 

Dulces exóticos
Algo nuevo, diferente a lo que estamos acostumbradas y hay que probarlos para saber si nos gustan o no. Son la novedad, esa relación que nunca has probado –por algo será también, ¿eh?– y que sí, te llama poderosamente la atención pero no todo el mundo se acostumbra a sabores tan distintos de los aprendidos en la infancia.

 

El tiramisú
Siempre está, es una constante: dulce, esponjoso y con el toque fuerte del café. Cuando te cansas de todo, cuando no sabes qué pedir, cuando no te apetece nada, cuando quieres sentirte mejor… tiramisú. Es una apuesta segura porque es prácticamente imposible que sea malo.

 

¿Cuál es tu preferido? ¿Qué postre añadirías? ¿Con cuál te quedas?